Vigo salda una deuda con su propia historia 120 años después. La urbe olívica fue de las primeras ciudades españolas que a finales del siglo XIX planificó un ensanche urbano y solicitó el derribo de sus murallas por suponer un obstáculo al crecimiento de la ciudad y originar episodios de insalubridad intramuros. Fue en verano de 1896 cuando la reina Isabel II firmó el decreto que autorizaba su desmontaje progresivo. La reordenación del casco histórico, los rellenos en el límite portuario y la definitiva construcción de la torre de Praza do Rei ya en una etapa más reciente han contribuido a que los vigueses se olvidaran y dieran la espalda a este símbolo de su pasado cuyo último papel determinante se jugó precisamente durante la Reconquista de 1809 que se conmemora el próximo fin de semana. Coincidiendo con la inminente celebración, el Concello de Vigo se ha propuesto rescatar del olvido la antigua muralla y está a punto de completar un "proyecto de revalorización" que busca dar a conocer su repercusión como elemento defensivo y las historias de los vecinos que vivieron en torno a ella.

Desde hace semanas son visibles ya por diferentes puntos del Casco Vello y la subida al Castro la señalización vial del itinerario por el que transcurría la antigua muralla, unos logotipos rojos que permiten ya a cualquier vigués o turista realizar un recorrido para conocer cuáles eran sus dimensiones. El proyecto "Muralla de Vigo. O Corazón da Cidade" de las concejalías de Fomento y Patrimonio incluye la colocación de ocho paneles interpretativos a lo largo del antiguo trazado con información que permitirá aproximarse a la historia de la muralla. El primero se ubica donde estaba la antigua Fortaleza do Penso derribada tras el ataque de Pedro Madruga y donde se construiría años más tarde el Castillo de San Sebastián.

El discurso expositivo se centra en dos áreas de forma especial. La primera esta parte alta junto al Concello que constituía el lugar central del sistema defensivo de la villa de Vigo y que se coronará con la instalación de un azulejo con un antiguo mapa de la ciudad. La segunda zona es A Pedra, por ser lugar central de la vida social de la ciudad de la época, donde se celebraba la feria y donde hay ya un mapa de la época. El objetivo es dar a conocer la muralla a los vigueses y también convertirla en un atractivo turístico, por lo que todos los elementos expositivos incorporan códigos QR para la traducción del texto a castellano e inglés y permiten leer y escuchar el argumento de cada panel.

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Estos indicadores descubrirán a los viandantes que cuando cruzan Elduayen o avanzan desde Porta do Sol hacia Policarpo Sanz tienen bajo sus pies cuatro metros de altura de muralla ocultos por las sucesivas capas de asfalto. Durante los trabajos arqueológicos de 2009 y 2010 en el Paseo de Alfonso se localizaron restos de la cimentación del baluarte que fueron tapados. Los hallazgos más recientes se sitúan en las inmediaciones de II República, donde fue preciso desplazar el trazado de las nuevas escaleras mecánicas para respetar un tramo de la muralla y donde se optó por musealizar una antigua mina de agua y en las catas realizadas en Porta do Sol previas al proyecto de peatonalización que impulsa el Concello. La calle A Laxe es el único punto donde ahora mismo la muralla puede verse gracias a un expositor transparente.

El recinto defensivo vigués se levantó en 1656 en plena guerra de independencia portuguesa, en un momento difícil, con urgencia y recursos limitados, lo que la convierten, desde el punto de vista bélico, en una muralla con importantes carencias, sin foso y con viviendas pegadas que entorpecían la defensa. La muralla abaluartada de Vigo fue diseñada por el capitán Andrés de Arce e Castro y pese a sus limitaciones ayudó a proteger la ciudad durante casi 240 años.