Octubre de 2010 marca un antes y un después en la historia de la A-3, la autopista lusa que conecta Galicia con Oporto y por la que circulan a diario cientos de vigueses en sus desplazamientos al otro lado de la raia o a Sá Carneiro. Ese mes, hace ya casi una década, el Gobierno de Portugal decidió activar en la autovía A-28, el otro gran eje del transporte rodado en la Eurorregión, sus nuevos y polémicos "telepeajes". Polémicos no por el coste del canon, inferior al de la A-3 y desde luego al de la gallega AP-9, sino por su sistema de cobro. En vez de instalar las habituales cabinas con barreras, como las de la mayoría de viales de pago de la península, optó por pórticos con cámaras que leen la matrícula de los vehículos que los atraviesan para más tarde cargarles la tasa.

La decisión generó una intensa polémica en Portugal... y también a este lado del Miño. Los conductores españoles -incluidos por supuesto los gallegos- no tardaron en alertar de lo costoso y complejo que era para ellos el pago de los peajes, que funcionaba con un sistema que parecía haber olvidado las matrículas extranjeras. Empresarios e instituciones levantaron también su voz, preocupados por la influencia de las nuevas tasas en la competitividad y fluidez de la economía en la Eurorregión.

Con el telón de fondo de la crisis, que encaraba entonces sus años más duros, el tráfico de la A-28 se desplomó. Durante el primer año de "telepeajes" la densidad de tráfico en esa autovía cayó un 21%: de 32.600 vehículos diarios, pasó a menos de 25.600. En un lustro el desplome ya superaba el 33%. Parte de esa pérdida se explica por el "mazazo" que la industria asestó tanto a Galicia como -muy especialmente- a Portugal, pero no toda. Entre 2010 y 2011 la AP-9, por ejemplo, perdió un 6% de su tráfico.

Haz click para ampliar el gráfico

La presión ejercida a ambos lados del Miño hizo que el Gobierno de Portugal fuese incorporando poco a poco mejoras que facilitaban el pago del canon a los conductores extranjeros, como los gallegos: ofreció bonos prepago que se podían activar por SMS, un sistema que permitía asociar la matrícula a una tarjeta bancaria... Incluso lanzó una web en diferentes idiomas para informar a los usuarios.

El gran paso llegó sin embargo en 2013, cuando se empezó a probar la interoperabilidad, con lo que los conductores gallegos podían usar sus dispositivos de telepeaje (los OBE).

Por primera vez desde la entrada en vigor de los "telepeajes", en 2014 la A-28 consiguió frenar su pérdida de usuarios e incluso ganar tráfico. Un año después experimentó una fuerte subida de actividad, del 24%, y desde entonces ha ido manteniendo una tendencia al alza ininterrumpida. Según los datos que acaba de divulgar Portugal, en 2017 usaban la autovía una media de 31.700 conductores diarios, lo que se aproxima a los 32.600 de 2010.

A pesar de esa tendencia parece que parte de los conductores que dejaron de usar la A-28 tras la instalación de los pórticos sigue prefiriendo la A-3. Y eso a pesar de que es más cara. Según la Guía Michelín, un trayecto de ida y vuelta entre Galicia y Oporto por la A-3 le cuesta a un turismo 17,7 euros en peajes, mientras que por la A-28 la factura es de 12,9. En cuanto a tiempos de viaje, la autovía solo consume unos 15 minutos más que la autopista. La principal diferencia es que en la A-3 el sistema de cobro es el convencional, con cabinas, y en la A-28 se mantienen -pese a las facilidades- los pórticos.

La única diferencia entre la AP-9 y la A-3 es que en esta última el carril para los usuarios de OBE no tiene barreras, lo que lleva a algunos conductores a usar su carril sin abonar la tasa. Las concesionarias lusas enviaron cartas hace varios años reclamando cánones atrasados a usuarios gallegos.

Los datos de tráfico del Instituto de la Movilidad luso muestran que entre 2010 y 2011 -coincidiendo con la llegada de los pórticos a la A-28- la autopista A-3 ganó un 23% de tráfico, prácticamente lo mismo que perdió la autovía. De soportar un tránsito diario de 17.000 vehículos pasó a anotar más de 21.000. Ese "trasvase" de actividad tuvo otra consecuencia: si en 2009 o 2010 la A-3 canalizaba un tercio del tráfico que suman la autovía y la autopista, los dos principales enlaces con Galicia -hay un tercero, la nacional N-13, pero queda prácticamente descartado para viajes largos, ya que exige dos horas y medias para ir de Tui a Oporto-, a partir de 2011 supuso el 45%.

Desde entonces la autopista representa más o menos el mismo porcentaje, a pesar de que la A-28 ya gana tráfico y de las medidas adoptadas por la concesionaria lusa para facilitar que los conductores gallegos vuelvan a usarla.

El último balance de tráfico muestra que en 2017 circularon por el conjunto de la A-3 una media de 24.300 vehículos, un 42% más que los que la usaban en 2009. Por la A-28 transita un promedio de 31.700 conductores, aún por debajo de la marca que manejaba su concesionaria en 2009, pero sí bastante por encima de los resultados que obtuvo en 2011. Supone también un ligero incremento con respecto a 2016 que consolida la tendencia al alza de los últimos años.

En conjunto, la autovía y la A-3 suman casi 56.000 usuarios diarios, un volumen de demanda que supera al de años anteriores. Ni siquiera en 2009, antes del "efecto telepeaje", se alcanzaban datos tan altos. La clave de ese repunte es el aumento de usuarios que optan por desplazarse a través de la A-3.