Durante el primer trimestre del año se respira cine en cualquier esquina. Los actores y directores más importantes desfilan por las pasarelas de los Globos de Oro, los Oscars o los Premios Goya para recoger un premio que reconozca su trabajo. Las salas se llenan de espectadores y cubos de palomitas. Las páginas de internet multiplican el número de descargas y las plataformas de televisión hacen un esfuerzo por ofrecer las últimas novedades del celuloide. Hasta hace no mucho tiempo también era una época especialmente boyante para los videoclubs, unos establecimientos de alquiler de películas que se han reducido al mínimo desde que empezó la crisis. Pese a que en los directorios de internet aparece una veintena de locales en la ciudad, la realidad es bien distinta. En la actualidad tan solo sigue en pie media docena. "Somos los últimos supervivientes al poder de la red", apuntan dos gerentes/trabajadores que han querido atender a FARO.

Antonio Pombo recogió el testigo de su padre al frente del VideoClub Krypton. El volumen de clientes que tenían en la calle Florida les sirvió como impulso para abrir un segundo local en Pizarro. Ahora mismo en el mismo espacio hay una tienda de alimentación. "Tuvimos que cerrar porque era insostenible", relata Pombo, que añade que "el mundo de los alquileres de películas está en coma y ya es irrecuperable".

Más atrevidos fueron Antonio Cibeira y su mujer Josefa García. Hace casi cuatro años se hicieron cargo de Cinemania, un local de dos pisos en la calle Buenos Aires que antes funcionaba "relativamente bien". Ahora su recaudación llega por numerosas vías antes que por las películas de cine. "Durante la semana pueden entrar ocho o diez clientes que vienen buscando un dvd. El fin de semana si que sube el número, pero aún así no llega para nada", comenta Cibeira, que solo ve pérdidas en uno de los negocios estrella de los años 90. "Poniendo los precios bajos es necesario que cada cinta se alquile diez veces para recuperar la inversión que hacemos. Es dramático", apostilla.

Ambos tienen claro quién es el causante de su crisis. "Internet y las descargas ilegales nos han matado, nos han aniquilado", aseguran los dos trabajadores. Además, echan en cara a las instituciones la "escasa" persecución que han llevado a cabo. "Amenazaron con sanciones enormes y la realidad es que no han hecho nada", señala Cibeira.

Entre los dos suman alrededor de 15.000 títulos en sus instalaciones. De poco les sirve estar pendientes de las novedades cinematográficas. "Es bonito que los clientes te pidan asesoramiento porque les puedes explicar muy bien las películas, pero eso ya no ocurre. Los que vienen lo hacen a tiro fijo", indica Pombo.

Al igual que el resto de videoclubs de la ciudad, Krypton y Cinemanía han tenido que diversificar su oferta para no verse abocados al cierre. "Tengo una pequeña sala de cine a la que pueden venir parejas o grupos de amigos durante varias horas para ver la película que ellos elijan. Además acojo cumpleaños infantiles a muy bajo precio. Eso y las máquinas expendedoras es lo que me permite comer", explica Cibeira.

En el caso del local situado en la calle Florida las estanterías están llenas de bebidas, comestibles y regalos. "Además de alquilar películas también tenemos que actuar como tienda de barrio", señala Pombo.

Ya sea por nostalgia, para poder pagar la cuota de autónomos o porque les queda poco para que llegue la "anhelada jubilación", los últimos videoclubs abiertos en la ciudad seguirán enfrentándose cada día a la tiranía de internet. Saben que tienen la batalla perdida y que su final no está lejos, pero no piensan rendirse mientras les queden fuerzas. Y películas.