Música de gaitas y tambores mezclada con charangas y la misa mayor retransmitida a través de los altavoces. Eso y mucho más es el San Blas de Bembrive, una celebración de la que ayer miles de personas disfrutaron desafiando al frío y la lluvia, débil pero persistente a lo largo de toda la jornada.

El agua que no impidió que las calles de la parroquia y sobre todo los furanchos abiertos para la ocasión estuviesen repletos sí frustró la procesión en honor al santo. "Está lloviendo así que tendremos que omitir la procesión porque aunque algún año sí que salimos, me criticaron por llevar paraguas y hasta salió la foto en el periódico", remarcó el párroco a través de los altavoces al final de la misa. Como siempre, el templo se quedó pequeño para acoger a los devotos del sanador de gargantas y decenas de personas permanecieron durante todo el oficio arremolinados bajo los paraguas confiando en poder ver al santo.

Tras la misa se formó una larga cola para poder bendecir pañuelos, bufandas, barras de pan e incluso capas que a lo largo de la mañana los creyentes pasaron por la imagen de San Blas. Y entre ellos, los vendedores ambulantes de paraguas y llamativos sombreros con pequeñas sombrillas que hicieron su particular agosto.

Las capas bendecidas fueron las de los integrantes de la peña Parabarabá, que cumplieron con el ritual de acudir a Bembrive y pedir la bendición del santo. Protegidos por sus largas capas marrones, a modo de peregrinos, y con grandes sombreros llamaban la atención entre la muchedumbre no solo por su indumentaria sino también por tocar instrumentos creados por Paco, un fontanero, a partir de tubos.

En San Blas, los pañuelos, camisetas y boinas tradicionales que diferencian a las peñas van más allá y los integrantes de los distintos grupos aprovechan la cercanía del Entroido para ataviarse con sombreros de lentejuelas e incluso gorros con forma de cabezas de ciervo pero lo que une a todos es la pasión por la diversión y el vino servido en tazas de barro que muchos llevaban colgadas del cuello. Entre las más numerosas, la peña galaico-canaria de Cheas, formada por vigueses y canarios unidos por las romerías de San Blas y Tegueste.

También muchas familias con niños se animaron a acudir a la fiesta y comer en alguno de los furanchos si bien a los que acudieron sin una reserva previa les fue prácticamente imposible encontrar un hueco. El olor a churrasco, cocido y pulpo complicaba la elección y para el postre o la merienda también había numerosos puestos de rosquillas, churros o crepes.

No faltó a la fiesta el alcalde, Abel Caballero, que acudió junto a la presidenta de la Diputación, Carmela Silva, y los concejales Chus Lago y Ángel Rivas y que a cada pocos pasos se detenía para retratarse con ciudadanos que le pedían un selfie.

También acudieron representantes del PP vigués, entre ellos su presidenta, Elena Muñoz, acompañada por varios concejales y el delegado de la Xunta en Galicia, Ignacio López-Chaves.