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Agricultura urbana... ¿y saludable?

Andrés Rodríguez, doctor en Ecosistemas Terrestres, advierte de los riesgos de los huertos de las ciudades, cuyo suelo puede contener sustancias tóxicas derivadas del tráfico o la industria

Andrés Rodríguez Seijo.

Los huertos urbanos han ido colonizando nuestras ciudades en los últimos años, reconciliándolas con la naturaleza y una vida más sostenible. Pero la agricultura urbana, que ya suma más de 1,5 millones de m2 en España, también conlleva riesgos para la salud. Andrés Rodríguez Seijo, doctor en Ecosistemas Terrestres por la Universidad de Vigo, advierte que los suelos de cultivo pueden estar contaminados por sustancias tóxicas como metales o compuestos orgánicos derivados del tráfico o la actividad industrial.

"No estoy en contra de las huertas urbanas. Son una actividad muy interesante en el ámbito educativo y el ocio. Pero generan un riesgo porque no siempre se analiza previamente el suelo para determinar si hay contaminantes ni se eligen las especies de cultivo más adecuadas. Está claro que al lado de una zona muy industrializada no tiene sentido cultivar. Hay que tener cuidado y sentidiño", subraya este experto en contaminación por plomo en suelos urbanos.

De hecho, un estudio publicado por Rodríguez Seijo durante su etapa predoctoral sobre la presencia de metales pesados en 36 zonas verdes de Vigo -jardines, parques y bulevares- reveló una contaminación moderada de plomo, bario y cobre. Las concentraciones mayores se registraban en el entorno de Citroën, Castelao y Gran Vía como resultado de la actividad industrial y, sobre todo, de la intensa circulación de vehículos.

"A pesar de que la gasolina con plomo fue prohibida en 2001, este metal sigue en el suelo. Y también se puede encontrar cobre y zinc como resultado del tráfico. El mayor problema ahora son los hidrocarburos policíclicos, pero los análisis para detectar estos contaminantes orgánicos son muy caros y no siempre se hacen", apunta.

Aunque Vigo goza de mejor salud que grandes urbes como Madrid "con un claro problema de contaminación atmosférica", Rodríguez aboga por realizar siempre una evaluación previa de riesgos. La ciudad cuenta actualmente con 6 huertos urbanos que suman más de 16.000 m2 en los barrios de Navia, Fontáns, Teis, Camelias, Ramón Nieto y Sardomela.

En algunos casos la tierra de las plantaciones procede de otras localizaciones, pero también puede llegar a acumular sustancias tóxicas con el tiempo. En todo caso, tanto su presencia en el suelo como en los productos es mínima, de ahí que sería necesaria una ingesta muy elevada para intoxicarse. "No nos va a pasar nada por comer una lechuga o un tomate pero hay que valorar los riesgos", defiende.

Los estudios previos permiten reducir estas amenazas con medidas como la elección de especies con un menor potencial de bioacumulación de los elementos contaminantes. Lechugas y espinacas son las plantas con una mayor tasa, mientras que la de los tomates es menor, aunque ningún cultivo, apunta Rodríguez Seijo, "es blanco o negro" y los riesgos dependen de muchas variables.

Otras soluciones son construir invernaderos, que aíslan el cultivo de la contaminación del aire, o la aplicación de enmiendas orgánicas como el compost y el biochar que reducen la biodisponibilidad de las sustancias tóxicas. También se han elaborado guías que recomiendan llevar guantes, lavar muy bien los productos o instalar barreras vegetales que retengan partículas transportadas por el viento.

De esta forma, los actuales huertos urbanos pueden servir también como banco de pruebas para una actividad que podría jugar un importante papel en el futuro. "La fertilidad de los suelos en todo el mundo se reduce mientras la población va en aumento, sobre todo en las áreas urbanas, por lo que será muy interesante poder cultivar cerca o en el interior de las ciudades a medio y largo plazo. La agricultura urbana forma parte de los objetivos de desarrollo sostenible de la ONU", destaca.

En España se han elaborado estudios para valorar el riesgo de los cultivos urbanos en Madrid y Gijón. Y algunos trabajos desarrollados en Berlín revelan una amenaza "muy evidente" en zonas relativamente cercanas a vías de transporte.

Rodríguez Seijo, actualmente a la espera de conseguir una beca postdoctoral para continuar su carrera investigadora, trabaja sin ningún tipo de ayuda en la Universidad de Oporto, en uno de los cuatro grupos que estudian en toda Europa los microplásticos en suelos. "Tenemos un proyecto junto con el CNRS francés para evaluar su impacto y también participo en otro estudio para evaluar l y reducir la transferencia de contaminantes mediante el uso de nanopartículas. Y el grupo ha planteado otro proyecto sobre huertas urbanas pero desde la perspectiva de aplicar enmiendas para aumentar su productividad", detalla.

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