El escenario era casi de caos en 1918. En Vigo se desató un gran temporal que provocó el amarre de la flota durante varios días. Se produjeron destrozos en algunas casas. Pero los marineros tenían otro problema añadido. La falta de carbón. Este material, necesario para sus embarcaciones, era muy caro. Inaccesible para ellos. El Gobierno comenzó a traerlo de Inglaterra o León y lo subvencionaba. Pero no llegaba para todos. Las quejas eran constantes desde muchos meses antes.

En la lonja viguesa comenzó a escasear el pescado. Los precios aumentaron. Algunos empresarios exportaban el poco que había. Tuvieron que intervenir las autoridades. En una reunión que se celebró en el Ayuntamiento de Vigo, el alcalde les comunicó que estaban obligados a ser los proveedores prioritarios del mercado local. Se arriesgaban a fuertes multas.

Ceferino Maestu, el regidor municipal, tuvo mucho trabajo ese mes. Los plenos eran muy tensos. Como cuando se realizó una protesta formal al Gobierno sobre el nuevo impuesto sobre las sardinas. Se quería cobrar diez céntimos por cada tres pescados. La Asociación de Fabricantes de Conservas rechazó esta decisión y protestó de forma contundente. La medida se aplicó con alguna variación. El impuesto sería para aquellas sardinas que fueran transportadas por barcos a otros puertos españoles.

Pero quizá el mayor problema se encontraba en el pan. Desde hacía varias semanas escaseaba la harina. Un elemento clave que causó incluso graves disturbios. Un cargamento llegó al puerto vigués y fue enviado a Portugal. Los vecinos asaltaron los carros. En ese mes de enero de 1918 se repetía una situación similar. La harina entraba por el río Miño de contrabando o también la dejaban barcos en las playas viguesas, siempre de noche.

La Agrupación de Panaderos de Vigo llegó a plantearse detener la producción. Se estableció un precio de 47 pesetas por cada saca de 100 kilos de harina. Se seguía considerando elevado, pero no había opción. El precio del kilo de pan estaba en 0,45 céntimos, también considerado excesivo. El Ministerio de la Gobernación y el Gobierno Civil tuvieron que intervenir. Enviaron varios cargamentos a Vigo para mejorar la situación. Curiosamente, se reseñaba que era la única comarca de España que tenía este gran problema.

Otros también estaban presentes. El litro de aceite costaba 1,20 pesetas. El doble que un mes antes. La falta de gasolina provocó que se interrumpiera el servicio de autobuses entre Vigo y Baiona. A lo largo del mes se produjeron dos graves naufragios que provocaron varios muertos. Se rescataron a más de 50 marineros que perdieron sus embarcaciones. Las tarifas portuarias también sufrieron un gran incremento por la decisión del Gobierno. La Cámara de Comercio, una de las entidades más influyentes de la época, insistía en que suponía la ruina para muchos empresarios. La situación era crítica. La venta ambulante se convirtió en una salida a la crisis. Se vendían productos básicos en las calles. Las vendedoras del mercado de A Laxe protestaron, pero el alcalde no les dio la razón. Esas ventas eran legales. Un grupo de vecinos de Vigo llegó a entregar una carta a Ceferino Maestu para que arreglara una de las crisis más graves que padeció la ciudad.