Durante toda la sesión, no le dirigió la palabra a la psicóloga y maestra Iris Vidal. Es un niño autista y no habla porque no quiere o porque no lo ve necesario. Sabe que si señala un juguete, la persona que esté con él entenderá que quiere que se lo dé. Sin embargo, sí pronunció palabras para dirigirse al perro con el que trabaja esta técnica en terapia canina. Si quería probar el truco de que el animal se tumbara no le quedaba otra que decir "suelo". Y lo hizo. En Con.Tacto tienen comprobado que los "perropeutas" motivan a los participantes en las terapias y se logran resultados más rápidos.

Los colectivos con los que trabajan son diversos. Desde las personas con autismo a personas con parálisis cerebral o mayores. Pero también con niños sin trastorno alguno, a modo de apoyo educativo o refuerzo escolar. No es igual aprender a sumar números escritos en la pizarra que ladridos de perros y que el propio can te enseñe la solución.

Tienen varios perros en plantilla. Los alternan en función del tipo de usuario. Sylvia Casillas, técnico en intervenciones asistidas con animales y adiestradora profesional, cuenta que, por ejemplo, Budy está preparado para lidiar con un arrebato de cierta agresividad -asume que lo meneen como que están jugando-, pero para enseñar a los niños a no molestar así a los demás, usa a Marvel, que protesta -emite sonidos como si hablara, que no gruñidos- cuando lo zarandea. También está entre las especialidades de este can el trato con pacientes con parálisis cerebral. Además de la estimulación sensorial, el calor de su cuerpo les relaja, por lo que lo tienden encima.

Budy, un border collie de cuatro años, es uno de los tres perros que participan en el proyecto de terapia con diez usuarios de la Asociación de Ayuda al Enfermo Mental DOA, junto con la Fundación Biomédica Galicia Sur. Trabajan los mismos objetivos que con otra terapia, pero más motivados con el perro como hilo conductor. Ejercitan la memoria al identificar con números los trucos que han aprendido a ordenar al can -el 1, "sienta"; el 2, "suelo"; el 3, "pasa"...-; asumen responsabilidades como traerle las golosinas de premio a la siguiente sesión; se fomenta la interacción en el grupo al compartir la atención al animal... En las dos semanas del proyecto "ya se nota un cambio en el grupo, mayor cohesión", cuenta Iris.

También están convencidos de los efectos biológicos del trato con ellos. Los investigadores de la fundación biomédica tratan de demostrarlo científicamente. Buscan los cambios que esta terapia causa a nivel molecular. Al no poder indagar en algo tan profundo como las neuronas, analizan los linfocitos para ver si las dianas o receptores sobre las que actúan los fármacos también se modifican con el trabajo con animales, según explica la psiquiatra Tania Rivera, una de las responsables del estudio.