Dos horas a la semana que sustituyen a cualquier tratamiento médico. Dos instantes que dibujan una sonrisa en personas a las que su salud les ha planteado una dura batalla. Dos sesiones que equivalen a meses de vida. Dos momentos para olvidar que sufren una enfermedad neurodegenerativa. La Asociación Párkinson Vigo creó hace cinco años la primera coral polifónica del país en la que participan dolientes con esta afección. Lo hizo tras el consejo de la logopeda que trabaja con la entidad. Desde entonces ha pasado de cinco integrantes a casi cuarenta, todos pacientes y cuidadores, que se reúnen dos tardes a la semana para dar rienda suelta a su talento musical. "Nos impulsa a vivir y a ser más felices", relatan.

Los primeros pasos fueron muy humildes. Apenas disponían de recursos y voces. "Fue el anterior director, Manuel Riopa, quien guitarra en mano animó a los miembros de la asociación a soltarse sobre el escenario", comenta José Luis Rodríguez, actual dirigente. Pese a que los síntomas más visibles de la enfermedad son dolor en las articulaciones, rigidez muscular y temblor involuntario en manos y antebrazos, no son los únicos. El aparato fonador se va dañando con el paso de los días. Cantar y ejercitar la voz ayuda a paliar su desgaste. "Desde que estoy en el coro noto que mi voz ha mejorado, que hablo mejor y que mis cuerdas vocales están en mejor estado", señala Alfonso Lorenzo, otro paciente.

Sin embargo, la mejora no solo es física. El aspecto emocional marca en muchas ocasiones el devenir de la enfermedad. Afrontarla de una manera positiva puede enriquecer la calidad de vida de los dolientes. "El párkinson es muy puñetero porque te va lastrando poco a poco. Es importante tener distracciones que minimicen el tiempo que piensas en la enfermedad y el coro consigue que durante dos horas a la semana la cabeza se olvide de él", apunta Lorenzo.

El crecimiento de la coral ha sido notable, gracias en buena medida al papel de los cuidadores. Su figura también es esencial en el tratamiento de la dolencia. "Muchas veces somos el soporte de los enfermos. Nos encargamos de hacerles compañía e intentamos que se distraigan con cualquier cosa", explica Chelo Rodríguez, que asistió y acompañó durante años a su marido. Pese a su fallecimiento no ha dejado de asistir a los ensayos de la asociación. "Aquí me siento útil y mis compañeros me ayudan a salir del pozo", sentencia.

Como ocurre en cualquier coral, la disciplina es un elemento trascendental. Bajo la dirección de Pablo Llovo, los integrantes de Párkinson Canta deben seguir las pautas marcadas. Aunque no es una tarea sencilla. "Son como niños", asegura Llovo, quien destaca el esfuerzo diario de los cantantes. "Pese a que cada poco se están gastando bromas, cuando toca trabajar son los primeros en ponerse serios".

La agrupación ha forjado los lazos de amistad entre los dolientes y cuidadores. "Somos una gran familia y nos queremos mucho", aseguran casi al unísono. Unos y otros quieren agradecer la labor de los voluntarios. "Sin ellos estaríamos en casa, desesperados y sin ganas de nada", asegura Novo. La opinión es generalizada. "Nos hacen la vida mucho más sencilla de manera desinteresada", apostilla Lorenzo.

Sin saber qué les deparará el futuro, lo único que preocupa a los miembros de Párkinson Canta es aprovechar cada momento. "De nada vale amargarse por cómo estaremos dentro de uno o dos años. Lo que tenemos que hacer es disfrutar cada día y, cuando nos toque cantar, subirnos al escenario y comernos el mundo", aseguran.