"Suena el despertador a las seis y media de la mañana, desayuno y una hora después ya estoy atendiendo llamadas. Así durante 45 años. Ahora por fin ya podré dormir hasta una hora más normal". Mercedes González, "Chiruca", se jubila hoy tras casi medio siglo como telefonista del Concello, primero en Plaza de la Constitución y posteriormente en Praza do Rei. En su memoria permanecen imborrables los recuerdos que fue almacenando desde su incorporación a la plantilla municipal, que sucedió por casualidad. "Mi padre trabajaba en el Ayuntamiento y le encargaron la tarea de buscar a una telefonista. Pensó en mí, que apenas tenía 18 años, y me dieron el puesto. Desde entonces no he parado de descolgar el teléfono", comenta "Chiruca", que buscó más labores durante sus primeros años. "Me aburría mucho porque por aquel entonces casi no había llamadas. Me planteé irme pero mi padre no me dejó", admite.

Fue con el traslado a su ubicación actual, que hizo "con una guía telefónica, una agenda y dos bolígrafos", cuando de verdad comenzó su frenética actividad. "Aumentó nuestro volumen de trabajo de manera radical, aunque nos lo pasábamos en grande", comenta la telefonista, quien por aquel entonces tenía dos compañeras en la oficina.

Ahora solo queda Teresa Fernández, con quien lleva compartiendo mesa de trabajo los últimos veinte años. Lo que comenzó como una relación profesional ha terminado convirtiéndose en una bonita amistad. "Es imposible llevarse mal con ella. En mis inicios 'Chiru', que es una persona maravillosa, me ayudó en todo lo que pudo. La voy a echar muchísimo de menos", reconoce Fernández, quien a partir de hoy deberá soportar todas las llamadas que lleguen hasta la centralita.

Desde Antonio Ramilo hasta Abel Caballero pasando por Manuel Soto o Corina Porro. "Chiruca" ha conocido a una decena de alcaldes y a "incontables" concejales. De todos guarda un buen recuerdo, aunque destaca a dos regidores por encima del resto. "La verdad es que Soto y Caballero han hecho mucho por esta ciudad. Además son excelentes personas, atentas y agradecidas con todos los trabajadores", apunta la telefonista, que este miércoles acudió hasta el despacho del actual alcalde para despedirse. "Es algo que estoy haciendo con todos los empleados de cada departamento y por supuesto que no me iba a olvidar de él", asegura.

Insultos, peticiones rocambolescas y hasta llamadas con alguna propuesta subida de tono. Cuarenta y cinco años detrás del teléfono dan para mucho, aunque "Chiruca" se queda con unas conversaciones particulares. "Nunca me podré olvidar de esas personas que marcaban nuestro número para tener algo de compañía. Eran charlas cargadas de ternura", explica la telefonista.

En todos estos años también ha pasado malos momentos en el trabajo. Incluso miedo. La revuelta estudiantil de noviembre de 1986, relacionada con el colegio Picacho, acabó con el lanzamiento de piedras a la oficina en la que se encontraba. "Nos tuvimos que meter debajo de la mesa aterrorizadas y nos llegaron a romper la centralita", rememora.

Con una sensación que mezcla pena y alegría "Chiruca" dijo adiós a los que han sido sus compañeros y amigos los últimos cuarenta y cinco años. A partir de ahora le toca "descansar" y "viajar" hasta que el cuerpo aguante. Tras toda una vida pegada al teléfono, ayer descolgó por última vez el auricular para repetir la frase que ha pronunciado miles y miles de veces: "Concello, bos días".