En 1906, cuando se fundó el Real Club Náutico, o en 1891, cuando echó a andar el Círculo Mercantil, la oferta de ocio y deporte que había en Vigo era muy distinta. Disfrutar de una buena película en el cine era bastante más difícil que ahora. También había menos piscinas y gimnasios. Internet era inconcebible incluso para las páginas de la más disparatada novela de ciencia ficción. Entidades como el Náutico, el Mercantil, el Club de Campo -fundado en 1934- o el Liceo de Bouzas (1907) jugaban entonces un papel crucial como dinamizadores. Hoy siguen disfrutando de un peso importante, con un fuerte arraigo en la identidad e historia de Vigo, pero su filosofía se ha visto obligada a cambiar.

El último ejemplo de esa necesidad lo aporta el Círculo Mercantil. Tras acoger a miles de afiliados y una intensa actividad en sus mejores años, la sociedad atraviesa ahora una situación delicada: ha bajado a los 1.500 socios y -de seguir como hasta ahora- sus cuentas no pintan un futuro esperanzador. Los gastos suponen el 158% de los ingresos y la entidad se mantiene en gran parte gracias al "colchón" de 5 millones de euros que recibió en 2015, cuando vendió su antigua sede de la calle Príncipe al Celta. De aquella suma queda más o menos la mitad.

Para atajar esa situación, la directiva que lleva las riendas de la sociedad desde hace dos años elaboró un "plan de choque" que permitiría -asegura la junta- ahorrar unos 400.000 euros anuales. Su receta pasaba grosso modo por recortar gastos de personal, externalizar servicios, alcanzar una alianza con otro club de la ciudad para poder compartir sus instalaciones e invertir un millón en la Ciudad Deportiva. La propuesta no gustó a los socios, que la tumbaron en asamblea. La directiva ya presentó su dimisión.

El martes, los responsables del Círculo lamentaban además que durante el inicio de su mandato tuvieron que "apagar fuegos que venían de atrás", unas declaraciones que ayer recibió con indignación la anterior junta. "Nosotros dejamos una sociedad auditada, con 4,5 millones en caja porque así lo decidieron los socios", recuerda el equipo que lideraba Ignacio Pérez Amoedo.

El Mercantil no es sin embargo el primer club vigués en atravesar dificultades. Asfixiado por la deuda heredada, en 2013 el Náutico presentó el preconcurso de acreedores. Aunque consiguió salir de él meses después, en 2016 volvía a acogerse a esa figura y hoy está inmerso en un concurso. Su junta recurrió a esa vía para hacer frente a una abultada mora de 5,1 millones -aunque de esa cantidad solo 3,8 millones son deuda con terceros- y hoy el colectivo mira al futuro con optimismo.

La directiva tiene total confianza en que en rubricará un convenio con sus acreedores e insiste en que ha hecho los deberes. Como prueba señalan sus cuentas: en 2016 la sociedad logró cerrar con un ligero superávit de 22.000 euros, muy por encima del déficit de 136.000 anotado en 2015. Este año además ha reactivado con fuerza sus inversiones y anticipa que su puerto deportivo dará beneficios por primera vez.

Su presidente, Rafael Tapias, apunta que la clave es el cambio de filosofía. "Ya no hay socios, sino usuarios a los que hay que dar una contraprestación a cambio de sus cuotas", comenta el directivo. El esfuerzo para ajustar gastos que ha realizado en los últimos años, su enfoque y condiciones privilegiadas -con sede y piscina en pleno centro, Los Abetos y sus marinas- hacen, en opinión de Tapias, que goce de "más facilidades que el resto para adaptarse al nuevo modelo".

El Club de Campo es otra de las entidades emblemáticas del municipio. Según explica su presidente, Alejandro Saenz, en 2016 la sociedad cerró con un ligero déficit que cifra en cerca de 10.000 euros. Este año la directiva espera sin embargo cerrar con las cuentas equilibradas, en positivo. En cuanto a los afiliados, Saenz asegura que en la actualidad el club suma unos 1.700 afiliados. "Su número se ha mantenido más o menos estable", insiste el directivo: "El Club de Campo está muy vivo; hemos sido muy prudentes en la gestión". Aunque Saenz recalca que la entidad de Canido es "familiar", con una intensa actividad social y hostelera, el deporte juega un papel determinante para atraer socios. Hace tres años, por ejemplo, invirtió en instalaciones para jugar al crockett, lo que le permitió recuperar afiliados.

Su enfoque permite al Liceo de Bouzas disfrutar de una situación que su presidente, José María Bravo Bosch, califica de "muy buena". El grueso de su actividad se enfoca en el mundo náutico. Hasta tal punto que la entidad ha logrado mantener estable su masa de socios gracias a las bajas y altas de usuarios de sus amarres para embarcaciones. El Liceo suma unas 300 plazas. Cada vez que un afiliado decide venderle la suya a otra persona, ese nuevo usuario debe darse antes de alta en la entidad de Bouzas, por lo que el numero de miembros ronda los 320. La sociedad tiene externalizadas además actividades deportivas. Bravo Bosch reconoce sin embargo que hay pocos afiliados "sociales", que no estén vinculados al mundo náutico y el puerto. La entidad cerró el último año con un superávit de más de 20.000 euros.

Entre las sociedades emblemáticas de Vigo se cuenta también el Aero Club, conocido por su campo de golf y cuya actividad arrancó en la década de los 60. Su junta respira tranquila desde mayo, cuando los comuneros de Cabral aprobaron ampliar por 30 años el alquiler del suelo sobre el que se levantan sus instalaciones a cambio de un alquiler progresivo durante una década hasta los 150.000 euros. Antes, el club sufrió bajas por la incerteza.