No es futbolero, lo suyo son las travesías a nado en aguas abiertas, pero celebra su fichaje por "la Roja" como un reconocimiento a la investigación de alto nivel que se desarrolla en Galicia. El director del Instituto de Investigaciones Marinas (IIM), que está a punto de presentar el genoma completo del mejillón, forma parte de los trece integrantes de la Selección Española de la Ciencia 2017. Y no es el único vigués: Juan Ocampo, del Instituto Salk de California, también integra este banquillo de cerebros.

-Podría parecer una iniciativa anecdótica pero nace de la necesidad de visibilizar la ciencia y su importancia para el país.

-Ciencia y deporte tienen connotaciones muy próximas en cuanto a esfuerzo, trabajo en equipo o ambición. Es una iniciativa muy positiva para ganar visibilidad. Lo importante es que la gente no vea la ciencia como algo extraño que hacen cuatro personas y que está mal porque no le dan dinero. Somos gente normal, que vivimos en el quinto izquierda e intentamos mejorar la sociedad. Yo trabajo con el rodaballo y el mejillón porque son especies importantes para Galicia y hacemos ciencia puntera que va a beneficiar a quienes nos rodean. La aplicación del conocimiento puede ser inmediata pero normalmente se logra a medio o largo plazo y esto choca con el ritmo de vida que llevamos hoy. El ratón de ordenador tardó 30 años. El mejillón parece un animal muy sencillo, pero su genoma resulta mucho más complicado que el del rodaballo. Por eso la ciencia engancha tanto. Es como una película de suspense, nunca sabes quién es el asesino.

-A pesar de ese atractivo, la mayoría de los niños quieren ser futbolistas, no científicos.

-La idea de la Selección es estupenda porque hay que familiarizarse con la ciencia desde pequeños. De la misma manera que conocen a futbolistas tendrían que ver a más científicos que les hablasen en su idioma. Es algo que hacemos en el IIM, vamos a los colegios, les explicamos lo que hacemos, montamos obras de teatro... Hay que trabajar en temas como el cáncer, es lógico, pero del estudio de las especies marinas ya están saliendo medicamentos y sabemos, por ejemplo, que ciertas moléculas del mejillón tienen efecto contra el herpes humano. La ciencia es preguntarse el porqué de las cosas y hallar respuestas. Pero es evidente que quien se dedique a ella no se va a hacer rico. Igual hace a otros (risas).

-Al contrario que los futbolistas...

-No todo es dinero en este mundo. También tiene un cierto punto altruista porque trabajas para el bien general. Aunque solo nos lo reconozcan de vez en cuando. Lo que hay que transmitir a los posibles candidatos y candidatas a investigadores es que la ciencia es muy apasionante. Hemos pasado mucho tiempo lamentándonos de que no teníamos fondos, lo que es verdad, pero la estamos haciendo muy poco atractiva. Es cierto que no hay recursos y es complicado, pero aquí se hace investigación de primer nivel. Y no solo en Madrid o Barcelona. Lo que me gusta de formar parte de la Selección es que se reconoce el trabajo de todos los gallegos. En Vigo, estamos el IIM, la Universidad y el Oceanográfico haciendo cosas de primer nivel. No creo que cuando un jugador del Celta se va a la Selección se alegre solo por él, sino que también estará contento por Galicia.

-Aun así los recortes son un lastre. Somos campeones del mundo en fútbol, pero España ha vuelto a quedarse fuera de los Nobel.

-Uno de los problemas fundamentales es la cantera, necesitamos que sea más amplia. Y el hecho de salir fuera nos ha venido bien tanto en fútbol como en ciencia, pero ahora no podemos dejar que no vuelvan. Hay que recuperar a los que están fuera y también estabilizar a los de dentro. Y después está el tema de la financiación. Educación, sanidad y ciencia deben estar por encima de los ciclos legislativos y ser compromisos a 10-15 años. Y también hay que atraer la financiación privada. Se necesitan ventajas fiscales, como en EE UU, para que las empresas grandes destinen fondos.

-Amancio Ortega lo hizo y le llovieron las críticas.

-Es un tema cultural. Si queremos que este país cambie hay que conseguir que los niños se den cuenta de que la ciencia es importante para ellos y sus familias. Y entonces cuando crezcan querrán que haya más investigación. No es cuestión de que nos tripliquen el presupuesto, sino de que los gobiernos se comprometan a incrementarlo un tanto por ciento cada año y a sacar oferta de plazas. Pero con un compromiso de 15 años como sucede en Francia, Alemania y otros países avanzados. Un plan estatal de investigación son 400 millones de euros. ¿Qué cuesta un kilómetro de autovía o una planta de parking vacía en uno de los aeropuertos de nuestra comunidad? Necesitamos llegar a más niños y a toda la gente para que comprendan que el ordenador, la pantalla ultraplana o el diagnóstico que hizo que no se desarrollará más allá un tumor los hizo posibles la investigación.

-En la Selección hay varios catalanes. ¿Están los científicos más acostumbrados a confrontar ideas y dialogar?

-La ciencia no tiene fronteras ni ideologías, punto. No podemos ponernos puertas. En España y los países latinos no estamos acostumbrados al contraste de opiniones, pero la ciencia no se puede mezclar con cuestiones personales.

-¿Cómo avanza el proyecto para trasladarse a la ETEA?

-Por lo que a mí me consta parece que va muy bien. Tienen que firmarse los acuerdos entre instituciones y sacar el concurso, pero tenemos algo ganado con todo lo que fuimos preparando en los sucesivos intentos anteriores para colonizar aquel entorno (risas). Estamos viendo nuestras necesidades y, por supuesto, siempre colaborando con la Universidad y el IEO como socios del Campus del Mar.

-¿Qué espacio necesitarán?

-En Bouzas contamos con unos 4.800 m2 construidos y necesitaremos entre 10.000 y 11.000. Somos un centro muy multidisciplinar y tenemos que construir grandes acuarios, laboratorios modernos o una planta piloto para el área de tecnología de alimentos. Y la Unidad de Tecnología Marina mueve grandes equipamientos para el Sarmiento y otros buques. Debe ser una inversión de futuro, un centro pensado a 10 años vista para que dure, como mínimo, otros 30 más.

-¿Lo veremos en 2018?

-Será complicado. Hay que conservar la fachada del edificio Kelvin, pero el resto será completamente nuevo. Lo que quiero es que sea un centro en el que la gente trabaje a gusto y la ETEA es un paraíso para ello. Y debe quedar muy claro que será un entorno público. Un campus por el que la gente podrá pasear e ir a la playa.