Junto a su intrincada entrada, concebida así para refugiar sus dársenas de la virulencia del mar abierto, otro de los inconvenientes del puerto de Leixões (Oporto) es su reducido calado. Al contrario que Vigo, donde los muelles, además de maniobra fácil cuentan con una holgada profundidad, la terminal lusa está obligada a gastar periódicamente una considerable cifra de dinero en dragados para frenar la pérdida de cota que causa en sus aguas la acumulación de sedimentos en el lecho marino.

En un nuevo episodio de su lucha contra la dinámica de la naturaleza, los administradores del puerto portugués invertirán 2,2 millones de euros. Según lo publicado esta semana por la prensa portuguesa, con esta partida, y basándose en dragados realizados en los últimos años, "se moverán en torno a 663.000 metros cúbicos" con el objetivo de "asegurar el canal de navegación". Por la reciente fusión, el organismo que dirige la terminal de Leixões también es responsable de la gestión del puerto vecino de Viana do Castelao, donde igualmente es necesario ejecutar dragados con frecuencia para mejorar su calado. En el caso de esta terminal se ha aprobado una partida de 2,6 millones para retirar 735.000 metros cúbicos del fondo de sus dársenas.

En paralelo, otra de las noticias portuarias relevantes de la semana en Portugal fue el estreno exprés de la nueva terminal de cruceros de Lisboa. Tan rápido que abrió sus puertas este lunes con motivo de la escala del Monarch y horas después volvía a cerrarlas. La inauguración de esta infraestructura sufrió tantos retrasos que los lisboetas comienzan a sospechar de que puedan haber surgido problemas más graves de los reconocidos por los gestores de este puerto. La primera fecha situaba su entrada en servicio el pasado mayo, y este lunes el responsable de la terminal calculaba que se necesitarían dos meses más para concluir las obras.