La mezcla de morriña gastronómica, tras un tiempo viviendo en México, con la ubicación de la fachada a intervenir, en un edificio casi salpicado por el salitre vecino de los astilleros de la ciudad, llevó al artista plástico Delio Rodríguez a hacer asomar entre el paisaje de antenas parabólicas y cemento de la orilla urbana de Vigo una imponente escena marina en la que reminiscencias de la mitología escandinava se funden con ingredientes de leyenda local.

El muralista vigués, que siempre intenta que sus obras "estén hechas para la gente del lugar" y, por tanto, relacionadas con "sus mitos fundacionales, sus creencias o historias relevantes" , procura una inmersión, a gran escala, y con ciertos tintes fantasmagóricos, en el imaginario de la Ría de Vigo.