La depuradora del Lagares es la crónica de una infraestructura fallida, incluso desde antes de su inauguración. Pese a las quejas vecinales sobre los olores que desprendía y los continuos vertidos al castigado río, el edificio fue inaugurado en septiembre de 1997 como el novamás medioambiental. El acto, celebrado un mes antes de las elecciones autonómicas, reunió al entonces presidente gallego Manuel Fraga, al conselleiro de Política Territorial, Jose Cuiña, y al alcalde Manuel Pérez. Sus discursos fueron hiperbólicos. Fraga vaticinó que la depuradora "era la garantía para el futuro de la Ría" y Pérez que "permitiría la recuperación de A Xunqueira y la playa de Samil". "Será un símbolo", vaticinó el regidor. Los hechos posteriores hablan por sí solos de lo que fue en realidad esa planta: un fiasco.