Son menos extensas que los bosques, pero las praderas marinas los superan en capacidad de absorción de carbono. Y también en la velocidad de captura. Su papel en la reducción del efecto invernadero es muy importante, sin embargo, la contaminación y el cambio climático las han reducido un 30% desde 1980 en todo el mundo. Un estudio realizado en la Universidad de Vigo también revela el impacto negativo de la actividad marisquera en el secuestro de CO2.

Carlota Barañano, titulada en Ciencias del Mar en Vigo y con un máster en Conservación Marina por la Universidad de Oviedo, analizó las praderas de Zostera marina en los fondos de la cara este de la isla de Toralla, donde se recoge almeja con artes de tracción manual, y comparó los resultados con los obtenidos en una zona de control sin marisqueo.

En las praderas expuestas a la alteración física, los brotes de las plantas y la biomasa se redujeron en un 63% y un 64%, respectivamente, a igual que su capacidad de absorber carbono. "El contenido de CO2 en los sedimentos era un 50% menor que en la zona de control", destaca.

Barañano, que estuvo tutelada en este trabajo por los profesores vigueses Emilio Fernández, director del Campus del Mar, y Gonzalo Méndez, recomienda que los planes de explotación de los recursos marisqueros también tengan en cuenta la conservación de las praderas marinas, no solo por su capacidad de secuestrar carbono, sino porque constituyen el hábitat de cría o alimentación de muchas especies.

"Estos ecosistemas están disminuyendo de forma alarmante en todo el mundo porque son muy sensibles. El factor que más los limita es la falta de luz, que no les llega de forma suficiente por la eutrofización de las aguas [acumulación de residuos orgánicos]. Y otro impacto directo es el marisqueo. Además en todo el litoral español las zonas de pradera se solapan en muchas ocasiones con las de extracción porque suelen ser muy ricas en bivalvos", apunta

Barañano aconseja asimismo que se habilite una zona de reserva en las praderas marinas de Toralla donde se recoge almeja: "Tendría una superficie mínima y no afectaría económicamente a los mariscadores. Pero sí permitiría conservar estos hábitats y ofrecer otros servicios, no solo el de la captura de carbono, sino su condición como lugar para el desove del choco o la cría y el alevinaje de otras especies".

También señala que las praderas marinas suelen ser zonas donde habitan especies en situación crítica como el caballito de mar. "Expertos de Investigaciones Marinas-CSIC llegaron a encontrar ejemplares en esta zona de Toralla, pero yo ya no observé ninguno", lamenta.

Barañano, Fernández y Méndez firman junto al biólogo Jesús Souza, director de la Ecimat, un artículo que acaba de publicar la revista Marine Biology Research con los resultados de otro trabajo de seguimiento de las praderas y las poblaciones de bivalvos durante el periodo de veda.

"El marisqueo dejó zonas en las que las plantas estaban totalmente arrancadas y que ya no son capaces de recuperarse. Las mediciones las realizamos en áreas con pequeños brotes y las pradera sí llegan a recuperarse durante el periodo de veda del bivalvo", expone.

Barañano realizó estos estudios para obtener sus títulos de grado y máster y actualmente trabaja en una empresa de la ciudad vinculada al crecimiento sostenible y la acuicultura. "La ciencia me encanta y lo que más me gusta es aplicarla a la conservación, pero hoy en día la carrera investigadora está muy complicada", reconoce.