La Ría de Vigo se desarrolla a partir de Monteferro. La costa sur se configura entre arenales y salientes rocosos que originan un línea costera irregular que finaliza en el monte de A Guía en Teis. Este tramo costero tuvo un gran auge marítimo comercial desde épocas muy antiguas.

Así se documentaron en sus fondos submarinos la presencia de varias anclas líticas pertenecientes a embarcaciones de aproximadamente unos ocho o diez metros en zonas utilizadas para fondeo. Algunas de ellas, como en Toralla o en Vigo se localizaron en contextos funerarios formando parte de tumbas de época romana. Las primeras son fruto de pérdidas en las labores de fondeo sea por haberse enrocado o por la rotura de cabo que las sujetaba y las segundas nos indican claramente una cronología anterior a la llegada de los romanos pues son piezas que fueron utilizadas como paredes de tumbas cuando ya no tenían el uso para el que habían sido fabricadas.

Se han localizado en el Portiño, Sobreira, Canido, Toralla, Cabo de Mar, alrededores del faro Tofiño, Alcabre y Coia. En este tramo de costa destacan dos yacimientos relacionados con la visita de gentes semitas y su navegación por estas aguas en expediciones comerciales. Son la isla de Toralla y la punta de Muiño do Vento en Alcabre, con más de 2.000 fragmentos. En estos lugares, en los que había poblados castreños, se encontraron restos de clara adscripción púnica, relacionada con los cartagineses o fenicios, como son varios cipos (piedra sacralizada o ídolos) en la isla y un altar púnico formado por cuatro de estas piedras bajo el suelo de una casa circular en la punta. Su aparición confirma la estancia de comerciantes mediterráneos, probablemente venidos desde Cádiz, en un periodo cronológico anterior y coetáneo con la existencia de los castros. Su significado religioso nos indicaría una presencia no esporádica, ni ocasional, sino habitual entre las comunidades castreñas, pues no se establecen hitos religiosos de esta entidad si solamente se está de paso, sino que se establecen cuando se frecuenta los mismos lugares y eres aceptado por los naturales.

Los romanos aprovechan las rutas marítimas establecidas por los púnicos. Pero no les fue nada fácil. Cuentan los historiadores romanos una historia sobre unos comerciantes que habían salido con sus barcos desde Gadir y que se percataron de que unos navíos romanos los seguían para descubrir sus rutas. Resueltos a proteger sus secretos no dudaron en dirigir sus barcos a una zona costera peligrosa a donde arrastraron a sus perseguidores naufragando todos. Volvieron por tierra a su puerto de origen y fueron generosamente recompensados.

Pero al final, tanto por tierra por Portugal (Junio Bruto 137 a.C.) como por mar los romanos ocuparon el territorio gallego que tenía fama de ser rico en oro, plata, estaño y otras riquezas. ¿Qué se encontraron?. Una cultura, la castreña, que se caracterizaba por asentamientos en lugares altos con construcciones monumentales, viviendas circulares y murallas de mampostería, con una sociedad jerarquizada, que conocía la ganadería, la agricultura y que practicaba la pesca en pequeñas embarcaciones. Una sociedad que llevaba comerciando con las culturas mediterráneas metales y productos agropecuarios y pesqueros desde hacía tiempo. Y los romanos se aprovecharon de ello. En las Rías Baixas comenzaron a construir villas, residencias de tipo romano, para explotar los recursos de cada zona. Así se han encontrado restos de estas construcciones en Sobreira, Canido (finca Mirambell), en la punta del Muiño do Vento, en la playa del Cocho y en el Fiunchal en Alcabre, en Bouzas y en la punta de San Gregorio. Villas que se comunicaban con las metrópolis del sur peninsular a través del mar y todas ellas han dejado sus huellas tanto en tierra como en los fondos marinos inmediatos.

Cabo de Mar

En los alrededores de Toralla, en Cabo de Mar (playa de los Olmos), en la playa de Alcabre, en Bouzas y en Coia frente al Castrocastriño se localizaron restos de cerámica y fragmentos anfóricos de cierta entidad, algunos de los cuales se pueden ver en la exposición EMPORIUM del Verbum (Samil) y que nos muestra el intenso comercio marítimo existente en nuestra ría en el periodo romano. Caso aparte son los encontrados durante los años ochenta del siglo pasado en los alrededores del faro de Tofiño y en la playa de los Olmos. Por la gran cantidad de fragmentos cerámicos recuperados algunos investigadores ubican en la zona un pecio (navío hundido) del que provendrían. Pero olvidan o desconocen, que hacia el oeste está el yacimiento de Toralla, isla y villa, y justo enfrente el castro de Muiño do Vento y la villa del Cocho. La gran cantidad de trozos, la escasa presencia de ánforas completas, la dispersión de todo lo localizado no indican la existencia de un navío romano pues si lo hubiera además de aparecer contenedores enteros, habría una mayor concentración de restos y no tan fragmentados. Todos ellos, y es lo lógico, tendrían su origen en el movimiento marítimo comercial que se desarrolló en la zona.

Lo mismo sucede con los fragmentos de ánfora localizados en los astilleros Cardama que estarían relacionados con el Castro de Castrocastriño donde también se documentaron cerámicas púnicas. Es de destacar la aparición de un ánfora entera en el cantil del faro de Tofiño que contenía un pequeño recipiente utilizado para extraer el líquido de su interior y que hoy forma parte de los fondos expuestos en el Museo del Mar.

Durante los siglos siguientes la costa se despuebla y será la Corona la que funde villas realengas para volver a practicar la pesca y favorecer el comercio. A partir del siglo XV, cuando comienza el comercio con las nuevas tierras americanas, la llegada de navíos a Baiona y Vigo se intensifica y ello propicia los naufragios y la actuación de corsarios bretones, gallegos y algunos ingleses que tratan de beneficiarse de las riquezas que aportaba el comercio colonial. La playa de Samil era usada como fondeadero, de ahí la presencia de al menos tres anclas de hierro en su fondo submarino.

Los escollos de Cabo de Mar fueron el destino de algunos naufragios. Durante siglos los temporales y el viento arrastraron hacia esta zona de la ría todo tipo de embarcaciones cuando sus pilotos se aproximaban demasiado a ellos. En 1813 el navío Henrietta golpeó contra una roca y terminó varado en la punta de Bouzas. Años después le sucedió lo mismo al portugués Flor, al inglés Renown y al español Bella Alianza. En 1826 un inglés llamado Isaac Dickson, que estaba trabajando en Rande, inspecciona los restos de un navío, a 13 brazas de profundidad, que los marineros locales llamaban el "Casco", No reporta nada a la Comandancia de Marina y días después desaparece de la ría con su bergantín, generando la leyenda de que se había llevado grandes riquezas.

En otro bajo de la zona, en el año 1982 un pescador submarino localizó cuatro cañones y dos anclas, extrayendo alguno de ellos que vende para decoración en jardines de algunos chalets. Frente a la punta de Coia, en la curva de San Gregorio, existía una roca llamada Ardán, que fue volada en los años sesenta por que quedaba dentro de la zona portuaria de Bouzas, que provocó más de un naufragio de barcos que intentaban llegar a fondear en el arenal que existía en la costa.

*Arqueólogo, miembro del Instituto de Estudios Vigueses y autor de "Naufragios en las costas gallegas"

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