A simple vista, resulta imposible diferenciar a los pulpos de la Ría de los que habitan en aguas de Japón. De hecho, se consideraban individuos de la misma especie. Pero la ciencia ha demostrado que esta creencia es errónea. El biólogo vigués Álvaro Roura forma parte del equipo internacional liderado por Michael Amor, de la universidad australiana de La Trobe, que ha desmontando la hipótesis de que el Octopus vulgaris se extiende por todo el mundo. En 2016 publicaron su primer artículo en la revista de la Real Academia Sueca de Ciencias y en breve saldrá a la luz un segundo trabajo en el que refuerzan sus resultados iniciales con el análisis de más de 400 genes.

Estos hallazgos son de especial relevancia dada la importancia comercial del recurso, cuya producción mundial supera las 350.000 toneladas, y el hecho de que muchos pulpos están siendo exportados bajo la etiqueta de Octopus vulgaris por su gran valor cuando en realidad pertenecen a otra especie.

Roura también relaciona el hallazgo con las recientes noticias llegadas desde Japón sobre los avances en el cierre del ciclo vital del pulpo en cautividad y su posible llegada a Galicia. Un logro para la acuicultura todavía pendiente con la especie de nuestras costas.

"Analizamos más de 40 caracteres morfológicos distintos y resultan exactamente iguales, pero el pulpo japonés, Octopus sinensis, tiene un ciclo vital muy diferente al del vulgaris, o común, y la supervivencia de sus larvas en cautividad es muy elevada. Además, nuestro estudio ha demostrado que genéticamente son especies muy lejanas. A partir de un solo gen hemos establecido que les separan más de 9 millones de años de evolución. Nuestro pulpo es un valor a proteger porque somos uno de los países que capturan y exportan más ejemplares y deberíamos tener mucho cuidado con la introducción y cría de especies exóticas en Galicia", advierte.

"El vulgaris es muy cotizado y muchos países están comercializando su pulpo como si perteneciese a esta especie. Era necesario poner un poco de orden. Y respecto al cultivo de otra especie en Galicia, hay que ser muy cuidadoso porque las consecuencias de una posible fuga al ecosistema natural son impredecibles. No va a enfrentarse a los mismos patógenos que en su medio y puede acabar compitiendo con la autóctona. En el acuario de Mónaco se escapó un alga que se expandió como la pólvora y de forma invasiva por el Mediterráneo. Con un par de larvas de pulpo sería suficiente", plantea Roura.

El cierre del cultivo del Octopus vulgaris continúa siendo la meta de los investigadores de los centros públicos de I+D, universidades y empresas. La tesis del propio Roura gozó de un alto impacto internacional hace unos años porque fijaba por primera vez la dieta de las larvas de pulpo de apenas unos 2 milímetros en su medio natural, una información clave para su cría en cautividad.

Tras realizar una estancia postdoctoral de dos años en La Trobe, en Melbourne, becado por la Barrié, el biólogo ha regresado al grupo Ecobiomar del Instituto de Investigaciones Marinas-CSIC para participar en un proyecto conjunto con la Armadora Pereira. El objetivo es investigar cómo mantener con vida las larvas en cautividad, el "cuello de botella" que frena su cría.

Además, otra integrante del equipo, Lorena Olmos, está realizando una tesis doctoral que continúa la de Roura y en la que utiliza técnicas de secuenciación de genes masiva para conocer la dieta de las larvas de pulpo y también de la puntilla dentro del proyecto Lareco. Su investigación está dirigida por el propio Roura y por Ángel González.