"Somos policías y psicólogos, ayudamos a las mujeres agredidas a recuperar su vida" . José Armando García Veiro, jefe del Equipo de Vigilancia y Apoyo Policial (EVAP) de la Policía Local convive cada día con decenas de casos de violencia machista en la ciudad. Desde que comenzó esta unidad hace una década, más de 1.300 mujeres han solicitado protección en la comisaría municipal -también se encargan de ello la Policía Nacional y más recientemente la Policía Autonómica-, y en la actualidad trabajan con más de 170 casos.

Ni las víctimas ni sus agresores tienen un mismo perfil. "Por desgracia, las mujeres agredidas van desde chicas muy jóvenes hasta octogenarias y pertenecen a clases sociales muy diferenciadas. Hasta aquí vienen mujeres sin estudios y otras con carreras universitarias y con una situación muy acomodada. Tenemos de todo", explica García Veiro, quien destaca que gran parte de las denunciantes son nacionales. Los agresores, pese a que son personas de lo más variado, comparten ciertos patrones. "La mayoría son hombres celosos, con problemas de alcoholismo, drogadicción o ludopatía y con comportamientos machistas", radiografía el jefe del equipo.

Cada caso que llega hasta la oficina municipal es tratado de manera particular por uno de los agentes. Rápidamente se produce una entrevista cara a cara para que la víctima conozca a la persona que se va a encargar de su vigilancia y obtenga su número de teléfono. "Una de las particularidades de la EVAP es que estamos disponibles 24 horas al día durante todo el año, lo que tranquiliza a las mujeres", comenta García Vieiro.

De todos los procesos que lleguen hasta las dependencias de la Policía Local de Vigo, los que contienen una orden de protección son los más difíciles para los agentes. Casos de visitas a los hijos comunes de la pareja con una orden de alejamiento vigente, acoso verbal en el trabajo de la víctima o intentos de agresión son los casos más llamativos. "Hay hombres que no entienden que no pueden ir a la que era su casa, que lo ha ordenado un juez", afirma el jefe de la unidad, quien ejemplifica uno de sus últimos incidentes. "Una joven escapó de Santiago por los malos tratos sufridos y su expareja la siguió hasta Vigo varias veces. Ella lo denunció y llegaron a juicio. En una vista rápida, él vino de Santiago con su abogado y, en un despiste, se escapó para ir al trabajo de la víctima y acosarla", relata.

Las nuevas tecnologías y las redes sociales son algunos de los elementos que han dificultado la protección de las víctimas en los últimos años. En la actualidad, cuando el juez prohíbe cualquier tipo de comunicación entre el agresor y la agredida, muchos evitan hacer una llamada o enviar un mensaje. No les hace falta. Un nuevo estado de WhatsApp, cambios en la imagen de perfil en Instagram o nuevas amistades y eventos en Facebook son algunas de las técnicas más habituales que utilizan los atacantes para amenazar a sus exparejas.

Tras el duro y complicado proceso de acompañamiento, la relación entre víctima y agente se hace muy personal. "Queremos que refuercen su autoestima para que no tengan miedo por salir de casa", revela García Veiro, quien reconoce que una de las principales labores que tienen es la de escuchar a las denunciantes. "Trabajamos mucho el apartado psicológico para darles esa fortaleza que les han arrebatado".