No es fácil decir un adiós definitivo no solo a una compañera de confidencias, consejos, sonrisas y tristezas a lo largo de muchos años de amistad, sino también a una persona cuajada de valores y lecciones sobre el valor de la vida, la necesidad de ponerse metas, el esfuerzo de fijarse objetivos por los que luchar contra lo inesperado y aceptar lo inaceptable con dignidad, coraje, valentía, fortaleza, optimismo y fe.

Es humano en sí el dolor que se siente ante su ausencia: vivencias, recuerdos, sentimientos, rechazo, rabia e impotencia en un mundo que sigue su marcha. El cariño pasa factura y la vida exige no solo su aceptación, sino lo que es más difícil: saber despedirse, abrir el corazón, aceptando una vida que físicamente ha partido y se ha renovado.

Es el momento de soltar el ego y dejar partir a una dimensión donde no existe ni el todo ni el nada, ni el antes ni el después, porque palabras y términos como nada, todo, antes o después, pertenecen a nuestro entendimiento mortal, a nuestra vida en tiempo y espacio.

Mi querida amiga Zuly, levanta tu vuelo porque ya tienes alas donde antes tenías hombros; quizás no escuche el susurro de tus alas ni el roce de tus plumas, pero, sin duda, percibiré tu presencia por ese sentimiento que has dejado que solo percibe el corazón.

*Amiga y directora de BOGA