Cientos de personas decidieron desafiar ayer al avance de las agujas del reloj y formaron una interminable cola en el Muelle de Trasatlánticos. La llegada del buque anfibio portaeronaves (LHD) Juan Carlos I movilizó a numerosos vigueses, que aprovecharon la escala de 48 horas de la mayor nave de guerra construida en España para descubrir sus entresijos, conocer a sus 300 tripulantes e inmortalizar su estancia junto a los aviones y vehículos de combate que Defensa repartió por las diferentes estancias del navío.

La presencia del buque en la ciudad llega después de su participación en la Revista Naval, que se celebró el viernes en la Ría de Pontevedra con motivo de los actos conmemorativos del 300 Aniversario de la Creación de la Real Compañía de Guardiamarinas y que fueron presididos por Felipe VI.

Una vez en su interior, los visitantes se dieron cuenta de la inmensidad del navío, que hace escala en Vigo por segunda vez en su historia. "Es como una pequeña ciudad. Tenemos aeropuerto, puerto, vehículos a motor, un comedor, habitaciones, un hospital... No nos falta de nada para ser autosuficientes", explica Pablo Garaizabal, capitán de corbeta de la nave.

El LHD Juan Carlos I trajo consigo una Unidad Aérea Embarcada formada por seis aviones AV&B+Harrier, dos helicópteros SH-3D y un helicóptero AB-212 de la Flotilla de Aeronaves de la Armada. Además, en dos de sus cubiertas descansaban varios vehículos de asalto anfibio, otros de combate de infantería, de alta movilidad táctica y embarcaciones de asalto de Infantería de Marina. "Papá, con estos tanques podemos ir a cualquier batalla y seguro que ganamos", bromeaba un niño durante la visita.

Una de las particularidades de la nave es su capacidad para recibir y despedir todo tipo de vehículos, incluso estando en alta mar. Su amplia pista de aterrizaje -mide alrededor de 200 metros- permite que todos los aviones y helicópteros despeguen sin dificultad. Además cuenta con una elevación al final de la misma que permite que las aeronaves obtenga un último impulso. Para tomar tierra, la maniobra cambia. "Al contrario de lo que puede suceder en un aeropuerto, aquí los aviones realizan un aterrizaje vertical. La dificultad radica en que lo tienen que hacer con el buque en movimiento, aunque son pilotos expertos y están muy preparados", apunta Garaizabal.

El navío, de origen gallego, tiene nueve años de vida, aunque no fue hasta el 30 de septiembre de 2010 cuando fue dado de alta en la Lista Oficial de Buques de la Armada. Desde entonces, decenas de pruebas, exhibiciones y entrenamientos para estar siempre preparado en caso de guerra, evacuación o misión humanitaria. Tal es su fama que Australia encargó dos naves exactamente iguales que ya tiene en funcionamiento y Turquía demandó los planos de su diseño para fabricar uno similar.

Su dotación es de 300 personas, aunque tiene camas para albergar hasta 1.453 y espacio para acoger a casi 5.000. "En caso de conflicto bélico, el Juan Carlos I está perfectamente preparado para movilizar a nuestros efectivos militares", comenta el capitán de corbeta. Uno de los lugares estrella es el hospital, que cuenta con dos quirófanos y diez camas en la UCI.

En una jornada intensa de puertas abiertas, que se repetirá hoy de 10.00 a 13.00 horas, niños, adultos, parejas y familias enteras recorrieron parte de los 231 metros que el buque tiene de eslora. Algunos de ellos procedían del crucero Oriana, que también hacía escala en Vigo, y es que la pasión por la navegación no entiende de lujos. Hoy a las 18.00 horas comenzará a dejar la ría de Vigo a su espalda para afrontar nuevos e importantes desafíos.