Alfredo Bello (80) y Vidalina Costas (77), vecinos de Beade, se conocieron en un baile en San Pedro de Sárdoma "porque antes todo el mundo lo hacía en un lugar así", comenta el matrimonio. Sus inicios no fueron sencillos, y es que la distancia que les separaba y los escasos medios de transporte de los que disponían convertían cualquier encuentro en una pequeña odisea. "Era él quien venía a verme a mí y, además, lo tenía que hacer a escondidas para que no le descubriesen", explica Costas.

Ahora, 61 años después de conocerse, echan la vista atrás y todavía recuerdan con tristeza las semanas previas a su enlace. "Mi padre se murió muy joven y mi madre y mis hermanos no aceptaban que Vidalina fuese mi mujer porque creían que no me convenía", comenta Bello, quien añade que "fue muy duro comprobar que en el día más feliz de mi vida no estaba presente alguien de mi familia". Si estuvieron tres amigos a los que siempre agradecerá su asistencia a la ceremonia. "Son como hermanos", relata.

Tuvo que pasar mucho tiempo para que sus hermanos entablasen relación con la que es su esposa desde hace 56 años. "El tiempo y las necesidades les hicieron cambiar de parecer y es lo que hay que tener en cuenta ahora", señala Costas.

Ambos viven desde el día en el que contrajeron matrimonio en una vivienda familiar de Beade. "Mi padre tenía una casa muy grande y nos cedió una parte para que empezáramos nuestra nueva vida", explica la septuagenaria, quien añade que "los primeros días solo teníamos una cama y ahí comíamos y dormíamos". Su primer sueldo lo destinaron a comprar mobiliario y comenzar a decorar el que todavía es su hogar. "Por aquí ya han pasado cuatro hijos y siete nietos, por lo que tan mal no lo habremos hecho", bromean.

Ahora conviven con Messi, un gato siamés que les hace compañía a diario. "Se porta estupendamente y si pudiese hablar sería como cualquier ser humano porque no hace trastadas ni alborota", indica el marido.

La clave de su longevidad como pareja reside en el respeto, la admiración y sobre todo en intentar no discutir. "Dos no se pelean si uno no quiere y es verdad, así que cuando veo que vamos a tener una riña me doy media vuelta y dejo pasar unos minutos para tranquilizarnos", comenta Costas.

El día de los enamorados no significa gran cosa para ellos. Llevan muchos años sin festejarlo y sin intercambiarse regalos. No lo necesitan. "Nosotros celebramos San Valentín los 365 días del año, no solo uno", advierten.

Pese a los difíciles inicios que tuvieron, nadie les podrá arrebatar jamás la compañía que se entregan el uno al otro. "Estando nosotros solos nos lo pasamos pipa", celebra el matrimonio.