Pasó de mero oyente a realizar sus primeras prácticas en la interpretación jurada en cuestión de segundos. Y ni los nervios, ni la falta de experiencia ni tampoco el síndrome de Asperger que padece le frenaron. Miguel Alonso se armó de valor y cogió las riendas de un juicio a punto de suspenderse por la mala calidad de la traducción realizada por una primera intérprete. Esto ocurrió este pasado martes en el Juzgado de lo Penal número 1 de Vigo, cuando la magistrada de la sala desistió en plena vista contra un empresario británico de la intérprete de inglés que lo asistía por la baja calidad de la traducción. Y ahí fue cuando apareció Miguel. "No tuve ni reparo ni vergüenza. Me ofrecí primero a la familia y luego ya a las partes", explicaba ayer el joven traductor, que tienen también el honor de ser el primer alumnos con síndrome de Asperger en graduarse en la Universidad de Vigo.

Desde su entorno relevan que su entusiasmo y decisión pilló a muchos por sorpresa. "Nos sorprendió muchísimo, sus capacidades sociales mejoraron de forma cuantiosa. Hace unos años esto sería imposible y ahora fíjate, lo que hizo es todo un orgullo para nosotros y lo más importante, él quedó encantado con la experiencia", relatan.

Esta no solo fue la primera experiencia de Miguel Alonso como intérprete judicial sino que también supuso su estreno en el mundo laboral. Este vigués con un dominio prácticamente bilingüe en inglés, francés y ahora camino de este logro en ruso, siempre sintió un especial interés por el mundo de la traducción, pero lo considera un poco "aburrido". "La interpretación es mucho más amena y pensé en la jurada. Para saber si me gustaba o no, mi padre me incluyó en las listas de la Xunta y nos pusimos en contacto con una traductora de los juzgados para ver qué día podía asistir como oyente y ver cómo funcionaba", comentaba Alonso.

La experiencia fue tan positiva, tanto por parte de la casa que acabaron "encantados" con él como por la concesionaria encargada de suministrar a los intérpretes judiciales a las salas viguesas, quienes además de felicitarle por su actuación aseguraron volver a llamarlo en más se una ocasión para asistir a víctimas y acusados en sus procedimientos.

La gran complicación de estas traducciones no es tanto el dominio del idioma en sí como la jerga jurídica, que ya de por sí es compleja y elaborado. Sin embargo, esto tampoco supuso un problema para Miguel Alonso, de 32 años, ya que durante el curso de la titulación tuvo una asignatura de traducción de textos jurídicos. "Es pronto para decir si me quiero dedicar a esto, pero por el momento la experiencia ha sido muy buena", relata.