Abrigos, gabardinas, guantes de lana, gorros y bufandas. Los vigueses exprimieron ayer sus armarios en busca de ropa de invierno tras la llegada de una masa de aire frío procedente de Siberia que desplomó los termómetros, aunque con menos virulencia en la fachada atlántica. Pero Plácido Argibay fue la excepción. Vestido solamente con un bañador, este vecino de Coia de 75 años recorrió varias veces la playa de Samil, desafiando al frío y a las miradas incrédulas del resto de caminantes. "A mí no me afectan las bajas temperaturas porque vengo a hacer ejercicio todos los días", explicaba el septuagenario, que acude a diario a la playa viguesa desde que se jubiló en 1999.

Con los termómetros marcando siete grados, Argibay caminaba, con los pies en el agua, con la única protección contra el frío que le podía proporcionar un bañador. "Es más cómodo para mí caminar así vestido que si vengo en chándal o con un abrigo por encima", aseguraba el bañista.

Las condiciones meteorológicas azotan al país no son impedimento para que este septuagenario acuda a su cita con el arenal. "He venido aquí con lluvia, relámpagos, granizo e incluso con aguanieve, por lo que un día como el de hoy [por ayer] es para dar las gracias", bromea mientras sus pies se remojan en la orilla.

"El frío no me amilana"

Y para mayor sorpresa de otros paseantes, Argibay se dio un chapuzón en el Atlántico antes de partir de vuelta hacia su casa. Así que mientras el resto de caminantes disfrutaban de un paseo ataviados con sus prendas de invierno, este vecino de Coia retaba todavía más a los termómetros nadando unos minutos en el agua. "No pasa un día sin que no me bañe porque siento que es bueno para mi salud y estas bajas temperaturas no me amilanan", reconoce.

Para él, el deporte es una forma de vida y desde que se jubiló acude a la misma hora para realizar sus ejercicios. "A las diez de la mañana estoy aquí y comienzo mis estiramientos, a los que les dedicó entre veinte y treinta minutos", asegura Argibay, quien añade que "acto seguido comienzo a caminar por la playa a buen ritmo para mantenerme en forma". En total, cuatro vueltas completas y más de tres horas de entrenamiento con la misma indumentaria todos los días del año: un bañador. Después llega el turno de su tradicional chapuzón.

Su pasión por el ejercicio físico viene de lejos, pero no fue hasta que terminó su etapa laboral en Citroën, donde trabajo durante 38 años, cuando su hobby se transformó en una necesidad. "Antes jugaba al fútbol y salía a correr pero no lo podía hacer a diario", comenta el septuagenario.

Fue entonces cuando tomó la decisión de cubrir todos los días el recorrido entre su casa, cercana al Alcampo de Coia, y el arenal en bicicleta. "He venido en días con más frío que hoy y siempre lo he hecho pedaleando", asegura.

A la playa en ambulancia

Desde 1999 tan solo en dos ocasiones faltó a su cita con la playa. "Me han tenido que operar de las dos rodillas porque las tenía arqueadas de caminar por la arena y esas han sido las únicas veces que no he podido venir a hacer deporte", reconoce el bañista, quien añade que "en algunas ocasiones, cuando tenía sesiones de rehabilitación, les pedía a los chicos de la ambulancia que me dejasen en Samil en lugar de llevarme a mi casa para poder caminar un poco y hacer mis estiramientos".

Ni las citas con el médico le frenan. "Tengo vez para el viernes [por mañana] y ya se la solicité a primerísima hora para venir luego a la playa y poder realizar todos los ejercicios que hago a diario", afirma.

Hoy, mientras miles de vigueses eligen de nuevo el abrigo que intentará protegerles del frío siberiano, Plácido Argibay se enfundará de nuevo el bañador para acudir a la playa de Samil y recorrer varias veces durante tres horas los varios kilómetros que tiene el arenal de punta a punta.