La llegada del invierno provoca que los vecinos de cincos bloques de viviendas de Coia se echen a temblar. Las lluvias que suelen acompañar a esta estación del año ocasionan que las tuberías que recorren los alrededores de sus inmuebles no puedan soportar la carga de agua y viertan residuos hacia el exterior, provocando malos olores en la zona y atrayendo a ratas a las puertas de sus casas. "Es una situación horrible, por el hedor que nos llega y por la imagen que damos", critica Carlos Domonte, propietario de un piso en la avenida Castelao.

Este problema no es nuevo. Y es que las comunidades de vecinos del lugar llevan tiempo peleando para tratar de evitar que las tormentas vengan acompañadas de contaminación. "Hace años intentaron solucionarlo pero lo que hicieron fue una auténtica chapuza", denuncia Domonte, quien añade que "un camión de bomberos ya estuvo varios días achicando agua, aunque no sirvió para nada".

Una de las vecinas más perjudicadas es María Piedad, quien es la presidenta de la comunidad de uno de los edificios afectados. "Yo vivo en el primer piso y cuando llega una tormenta me entra agua por el baño", explica. Ya son varias las ocasiones en las que ha tenido que recoger los excrementos que suben por las tuberías del inmueble.

Los propietarios han acudido numerosas veces al Concello y Aqualia para reclamar una solución a su problema, pero "no nos hacen ni caso", se lamenta Piedad. "Los concejales nos dicen que esa avería es competencia de la empresa, mientras que desde la compañía nos advierten que al tener una pequeña valla en el jardín el terreno es una propiedad privada y ellos no pueden actuar", explica la presidenta.

La zona, situada en las inmediaciones del Alcampo, solía ser utilizada por los propietarios de perros para pasear con ellos. "Es un lugar ideal porque tiene mucho verde y nos queda cerca de casa, lo que no nos obliga a tener que desplazarnos en coche", comenta Marcos Bada, vecino de la zona, quien añade que "ahora es imposible caminar por aquí, no solo por estar resbaladizo y oler mal, sino porque es insalubre para los animales".

Algunos de los residentes ya han mantenido reuniones a título personal con varios arquitectos. "Ya que nadie mueve un dedo, lo hacemos nosotros", se consuela Domonte. La obra que pretenden llevar a cabo consiste en situar unas nuevas tuberías al lado de las que ya existen. "El problema es que las cañerías que tenemos tienen muchos años de antigüedad y no resisten el exceso de agua, por eso pondremos unas más grandes y que se ajustan a nuestras necesidades", dice Piedad, que espera que todo se solucione "en pocas semanas".