Las emotivas y evocadoras notas de Summertime -el tiempo de verano- en el piano del tanatorio acompañaron la despedida de José María Martínez Blanco rodeado de sus acongojados familiares y amigos y amigas. Tal como reza la estrofa,

"Una mañana te levantarás cantando,

desplegarás tus alas,

y ascenderás al cielo;

nadie hasta entonces podrá hacerte daño"

José María nació en Sevilla hace 67 años, pero era vigués y de Gondomar, se hizo ingeniero técnico en centrales y redes en la Escuela de Peritos de Vigo estudiando luego Exactas en la Universidad de Barcelona.

Fue profesor de Matemáticas y posteriormente director del Instituto Santa Irene donde ejerció la difícil tarea de la enseñanza y la dirección, siempre como un excelente profesor respetuoso con el conocimiento, la innovación pedagógica y, por encima de todo, con el alumnado.

Ocupó su plaza en el Instituto Santa Irene en el que había sido alumno, la misma que había dejado quien había sido su profesor, don Rufo Pérez.

Hombre progresista siempre estuvo comprometido con lo público, con la mejora de la vida de las personas, con el papel de la educación y de la instrucción en la vida de la gente. También con la participación ciudadana en los asuntos municipales y fue concejal en Gondomar donde se responsabilizó de Hacienda durante ocho años sin abandonar por ello la docencia y sin percibir emolumento alguno. Salió del Ayuntamiento tan pobre como entró. Fue uno de los principales responsables de los cambios de fondo que experimentó este concello a finales de los 80 y principios de los 90, al lado de Ramón Sestelo.

Pertenecía José María como muchas de las personas que entristecidas le despedían, a la generación que se hizo adulta durante el tardofranquismo y que participó activamente en la lucha por la democracia, por un país europeo, moderno, libre, vivible y solidario, dotado de un escenario de libertades individuales, sindicales, políticas, autonómicas, religiosas y en las costumbres que todos disfrutamos aunque algunos lo denominan "régimen".

José María era como muchos de los compañeros y compañeras de generación, una persona abierta, preocupada por el bien común, por el bienestar físico e intelectual, por la educación pública, por la sanidad pública y por la felicidad en suma de hombres y de mujeres. Cariñoso, divertido y buen amigo, a todo ello unía José María por si no fuera bastante, la característica de ser un hombre lisa y llanamente, sin innecesarios adjetivos, bueno.

Así le recordaremos.

Un hombre que decía lo que pensaba y hacía lo que decía, algo tan necesario en momentos como este en los que las promesas de cambio están por demostrarse. Tanto él como nuestra generación en retirada, esperamos que quienes nos sucedan cuiden, protejan y mejoren nuestras conquistas.

Ha subido José María desplegando las alas sin ser molestado como reza Summertime, con el orgullo del trabajo bien hecho, a ese cielo simbólico con el que los agnósticos honramos para toda la eternidad a los que como él, dejándonos su ejemplo, han sido

"Bós e xenerosos".