Nadie dijo que la puesta en funcionamiento del Área Metropolitana iba a ser fácil y, dada la presencia en la asamblea de representantes de hasta ocho grupos políticos, lo extraño sería precisamente lo contrario.

Las discrepancias son tan consustanciales a la política como la vida misma, pero también la política consiste precisamente en eso, en resolver los problemas que afectan a los ciudadanos dejando los intereses partidistas al margen. Desde luego, echarse al monte no es el camino a seguir ni un buen ejemplo para la ciudadanía. La lamentable trifulca política vivida ayer en el Área Metropolitana de Vigo nada más nacer solo contribuye a deteriorar todavía más el ya escaso crédito que le queda a la clase política ante la opinión pública. Las discrepancias surgidas en el transporte metropolitano, con todo lo graves que puedan serlo para algunos, no serán las primeras ni tampoco las últimas que surjan en el desarrollo del ente metropolitano al que le esperan numerosos retos si aspira a cumplir los objetivos por los que fue creado.

A nadie debería escandalizar la existencia de discrepancias, por algo el convenio ya contempla que de haberlas y no haber acuerdos se resuelvan en el contencioso-administrativo. La clave es ésa, que existen mecanismos para arreglar las diferencias. Por tanto, de haberlas, que se usen los instrumentos pactados en lugar de recurrir a algaradas que poco, o más bien nada, resuelven.