La historia de Cándido, un trabajador del astillero Vulcano que desea el fin del régimen de Franco y que convive con un cura fascista, es el vehículo que utiliza Francisco Castro (Vigo, 1966) para abordar las grandes huelgas obreras de 1972 y el papel represor de la Iglesia católica en su último libro, "Barricadas de sal". El escritor vigués presentó ayer en el Centro Cívico de Teis esta obra, que transcurre en el barrio y que forma parte de la colección "Historias para coñecermos Vigo", editado por Editorial Elvira con la colaboración del Concello.

La factoría Vulcano, el mercado, la playa de A Punta, A Madroa o A Guía, son algunos de los escenarios en los que se desarrolla este "relato largo" sobre cómo, "en pleno franquismo, Vigo dio un ejemplo de heroicidad y resistencia estando en huelga durante quince días", según destaca su autor. Cuando le propusieron escribir sobre el barrio en el que se crió y del que se sigue sintiendo parte -a pesar de que ya no resida en él-, Castro tuvo claro que quería hacerlo sobre estos hecho, que toca de forma tangencial en su anterior novela, "Tienes hasta las diez". Entiende que los obreros que los protagonizaron "es gente que necesita ser homenajeada".

"Con toda la intención del mundo", bautizó a su protagonista como Cándido, una ingenua y buena persona "que solo quiere que su familia progrese y que el mundo que deje a su niño sea mejor". Como otros muchos "cándidos", este trabajador se suma a la huelga y vive "con la incertidumbre de lo que va a pasar con su puesto de trabajo, con ese franquismo que está cayendo y con ganas de que todo cambie". Desde Alemania, su hermano le habla por carta de democracia, buenos sueldos y libertad sindical, por lo que conoce que "lo de España es una anomalía. "No es un hombre políticamente comprometido, pero sabe que el régimen dictatorial no es bueno y quiere ayudar a hacerlo caer", cuenta Castro. En su casa vive su cuñado, el cura de la parroquia y afín al régimen de Franco. Cuando es despedido, como otras 2.000 personas, tendrá que soportar "la humillación" de que el religioso se convierta en su sustento.

Castro, hijo de una carnicera del mercado de Teis, tenía 6 años cuando se produjeron las huelgas que desplazaron a Vigo "al 90% de los antidisturbios de España" y con las que no solo lograron la readmisión de los despedidos, sino una subida salarial del 46%. No lo recuerda, pero sí cómo le impresionaban, en los cambios de turno de Vulcano, "aquellos hombres duros, con mono de trabajo y la fiambrera de cobre de colores". El que fue "un niño de pantalones remendados" y que no tuvo agua caliente "hasta bastante crecido", sí tiene "memoria de Teis como un barrio conflictivo en el mejor sentido de la palabra, de gente muy trabajadora con gran conciencia de clase social". Muy presente como escenario en casi todos sus libros, se congratula de que lo está llevando por el mundo con la traducciones de sus libros a distintos idiomas.