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Coordinador del equipo de calle de salud mental del Clínico San Carlos

Rafa Fernández: "Esta asistencia es un deber y una necesidad por motivos de salud pública y seguridad"

"Supone un ahorro porque cuando un enfermo sin seguimiento ingresa lo hace en condiciones terribles"

Pascal era un joven inmigrante con un trastorno mental grave al que encontraron semidesnudo en una zona de vertidos. Hoy, tras la ayuda del equipo de calle de salud mental (Ecasam) del Clínico de San Carlos, su vida es el fútbol y juega a nivel nacional. Este es uno de los casos de los que el coordinador de esta unidad, Rafael Fernández, cuenta con orgullo. Su objetivo es reinsertarlos en la red asistencial.

-Somos un equipo multidisciplinar de 15 personas -2 psiquiatras, 4 enfermeros, 3 trabajadores sociales, 5 educadores y una psicóloga- que damos cobertura social, sanitaria, psiquiátrica e integral a personas con trastorno mental grave y que no acuden a la red normalizada. Hay más de 1.100 personas alojadas en albergues y casi 800, en la calle y los estudios indican que un 30% tendría estas patologías.

-¿Cómo logran acceder a ellos?

-No es sencillo. No se abren, como nadie se abriría si te metes en su casa. Si, aún encima, condicionado por tu enfermedad, tienes una mayor suspicacia, recelo o desconfianza, es mucho más difícil. Lo que hacemos es que vamos muy poco a poco, en una fase que llamamos de enganche. Al principio es solo verles y que nos vean pasar para ser alguien conocido. Luego, te acercas presentándote y siempre dando algo. Le visitas todos los días. A veces, se abren rápido porque hay gente necesitada de afectos, pero con otros es muy difícil y el proceso puede durar años.

-¿Cómo localizan los casos?

-Esto empezó en Nueva York, donde la población sin hogar es muy elevada. Se hace un recuento anual. En Madrid se copió hace siete años. Casi mil voluntarios recorren el municipio para ver dónde están. Los servicios sociales de calle -el Samur social-, tienen doce equipos, con un educador y un trabajador social cada uno, para atenderlos. Nos llaman cuando detectan un posible caso de enfermedad mental.

-¿A cuántos atienden?

-El año pasado, a 287 personas. Hay veces que la atención es puntual porque es alguien que tiene su familia en otro municipio y en una fuga psicótica, acaba un tiempo en Madrid. Contactamos con su familia y acaba volviendo a casa. Así que, muchas veces, la actuación es breve. En seguimiento activo, ahora mismo tenemos a más de 150 pacientes.

-¿Qué resultados han obtenido?

-Son muy muy buenos. Nuestro programa es de transición por un motivo pragmático -si cada año nos derivan 100 personas, nos colapsaríamos-, pero también ideológico. Pensamos que estas personas deben acceder a la red normalizada de salud mental y de los recursos sociales. El año pasado, dimos 77 altas, 77personas que estaban en la calle en situación de exclusión social extrema y fueron derivados a otros dispositivos o volvieron a su país de origen [20%] y nos encargamos de ese retorno.

-¿Por qué es importante para una ciudad disponer de un equipo como este?

-Es una necesidad y un deber. Es un grave problema de salud pública que estos enfermos graves estén en la calle, sin tratar y sin ningún tipo de control, tanto por motivos de seguridad de la propia persona como de peligro para terceras. Pocas veces hay cosas trascendentes y un programa de este tipo lo es. Además, supone un ahorro. Inicialmente es un gasto, sobre todo de personal, pero en el medio plazo ya se ven resultados. Si no se les hace seguimiento, cuando ingresen lo harán en unas condiciones terribles que aumentarán su estancia hospitalaria. En Madrid, la estancia media son 500 euros al día. Al poco que la reduzcas, va a merecer la pena. Es rentable.

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