"Aquí entregamos alimentos, pero también aportamos ilusión y esperanza a la vida de las personas. Eso es algo que el dinero no puede pagar". Tensi González es la presidenta de la Asociación Freijeiro de Ayuda al Necesitado (Afan) y, como cada dos semanas, entre ayer y hoy repartirá cerca de 500 bolsas con alimentos para las familias más necesitadas. "Trabajamos todo el año, pero en estas fechas tenemos que redoblar los esfuerzos", reconoce González.

Para ocuparse de las primeras 250 familias que ayer se acercaron hasta la sede de la asociación, Tensi contó con una decena de voluntarios, muchos de los cuales colaboran semana a semana a lo largo del año. "Es cierto que cuando se acerca la Navidad viene todavía más gente pidiendo comida, pero en Afan trabajamos 12 meses y no saldríamos adelante si no es por la colaboración de los chicos", explica la presidenta. Sin embargo, González echa de menos la presencia de la veintena de ayudantes que tenía antaño. "Muchos ya no vienen y es una pena, porque hacen falta manos y les echamos de menos", señala.

Entre los actuales voluntarios hay perfiles de lo más variado. Hay quienes llevan colaborando desde hace cinco años, como le ocurre a Mario Franco, que entró por la puerta de la sede para cumplir una condena y ya no se ha ido. "Tensi me ayudó, fue como una madre para mi y ahora solo trato de devolverle poco a poco todo su esfuerzo", reconoce.

Menos tiempo lleva Godwin Andrew, que como le ocurrió a Franco, acudió a Afan por mandato judicial. "Vine porque no tenía más opciones, pero cuando vi la manera de trabajar que tienen no dudé en quedarme", afirma este nigeriano, quien añade que "no puedo ayudar con dinero, pero mientras no tengo trabajo pienso pasarme por aquí todas las semanas para echar una mano".

No todos los voluntarios que trabajan en la asociación llegaron por imperativo del juzgado. Diego Álvarez es un joven vigués que no falta a su cita semanal con la entidad pese a tener que acudir a su empleo todas las mañanas. "Cuando salgo de trabajar me voy a casa, como algo y ya vengo para aquí porque siempre hay algo que hacer", explica. Él sabe que muchos jóvenes de su edad prefieren disfrutar de su tiempo libre quedando con sus amigos o jugando a la videoconsola, pero la satisfacción que supone ver una sonrisa en la cara de quien le visita le compensa. "Nadie me mandó venir aquí nunca, pero es un placer poder ayudar al prójimo", sentencia.

Todo ello para que los más necesitados tengan alimentos básicos con los que dar de comer a los suyos. Un trabajo poco reconocido pero muy necesario y que desde Afan llevan haciendo desde hace más de tres décadas.