La vida de Elena Muñoz (Madrid, 1971) cambió en dos eneros. En el primero, de 2012, Alberto Núñez Feijóo apostaba por ella para relevar a la controvertida Marta Fernández Currás como conselleira de Facenda. Hasta ese momento Muñoz era una perfecta desconocida pese a ocupar un puesto relevante en la Administración autonómica como interventora xeral. Licencia en Ciencias Económicas por la Universidad de Vigo y experta en Economía Pública, vivía aislada en un despacho, rodeada de papeles y números, que debía cuadrar. Con fama de seria, discreta y trabajadora, su día a día discurría sin sobresaltos, al menos públicos. Encarnaba la antipolítica.

El segundo enero fue el de 2015. Feijóo, de nuevo, la envía a Vigo como candidata. Su aterrizaje no pudo realizarse en peores condiciones. Recibida como una paracaidista caída del cielo santiagués a ultimísima hora y sin contacto con el partido, sufrió una humillación en las elecciones locales y convirtió a Abel Caballero en un referente nacional.

Sin embargo, lejos de arrojar la toalla, Muñoz se puso al frente del grupo municipal con la idea de liderar el partido. Para ello cuenta con el apoyo de Feijóo, quien contrajo una deuda con Muñoz, tras destinarla a un matadero electoral. Ahora es el momento de devolverle el favor y Muñoz compite bajo el paraguas del presidente gallego y con el aparato del PP a su lado. No es poca cosa. Aunque esa ventaja también se convierte en su estigma, al dudarse de su personalidad política e independencia de criterio. Es decir, si seguirá obedeciendo sin rechistar.