La incredulidad no fue el único sentimiento de los vecinos y comerciantes del entorno de la iglesia de San José Obrero en relación a la agresión de su párroco. Muchos se mostraron indignados e incluso enfadados ante la "vulnerabilidad" del barrio. "Desde que cerró el Xeral a nosotros nos tienen olvidados. Esto es un ejemplo más de que somos un barrio aislado. No hay vigilancia, no hay control y luego pasan estas cosas", lamenta Rosa Vello, presidenta de la Asociación de Comerciantes y Hosteleros del entorno.

Como recuerda la trabajadora, los anteriores robos no fueron de gran trascendencia pero sí evidencian "que tenemos un problema". "Al estar la capilla abierta les es mucho más fácil entrar y luego que Don Antonio siempre dejaba pasar a todo el mundo: daba bocadillos, cualquier cosa que necesitaban sus feligreses. Era confiado", señala Vello.

Al igual que esta trabajadora, múltiples negocios reiteran el "abandono" que sufre la zona. "Somos un barrio tan tranquilo que refuerza a los delincuentes a atacar. Además considero que está muy 'dejado' el barrio: muchas casas abandonadas, silvas en los apartamentos nuevos e incluso creo que se creó un punto de compraventa de droga en el antiguo edificio de las rosquillas que sufrió un incendio hace muchos años", reconocen en la panadería Santa Rita.

Desde el colectivo aseguran que mantuvieron una reunión con la Xunta para buscar una solución que incremente la seguridad en la barrio. "No nos han prometido nada en claro. Con el nuevo proyecto para el antiguo hospital confiamos, no solo en que revalorice más la zona, sino que haya más movimiento de gente, de tráfico y por lo tanto de patrullas que cuiden y vigilen más el barrio", apunta Rosa Vello.