Miguel Ángel Veiga González, el interventor fallecido en el trágico accidente de tren ocurrido en la mañana de ayer en Porriño, estaba ligado a Renfe desde sus inicios laborales y, aunque actualmente era vecino de Vigo desde hace quince años, era natural de Lugo.

Casado con Isabel Rodríguez Casanova y padre de Casandra y José Miguel, trabajaba en el antiguo economato -ya desaparecido- que la compañía ferroviaria tenía en Ourense hasta que ascendió a su actual trabajo como interventor. Fue en ese momento cuando trasladó su residencia a la ciudad olívica.

Veiga, de 56 años, era muy apreciado entre sus compañeros de profesión. "Era una excelente persona", afirma Carlos Díaz, responsable ferroviario de UGT Galicia, visiblemente afectado por lo sucedido al igual que el resto de la plantilla. No en vano, la relación entre los trabajadores ferroviarios suele caracterizarse por ser muy estrecha, y aunque operen a diario en distintos trenes, se ven todos los días.

El interventor fallecido destacaba, además, por ser muy activo socialmente en su entorno laboral. Precisamente ayer, día en el que se produjo el descarrilamiento del Tren Celta que une Vigo y Oporto, tendría que haber tenido lugar una comida de despedida en homenaje a una compañera, que el interventor se había ocupado de organizar personalmente junto a otro colega de profesión.

La vinculación de Veiga con Renfe se remonta a los inicios de su vida laboral y ya trabajando en el puesto de interventor, cubría los trayectos de Media Distancia, que en la comunidad gallega llevan a cabo el servicio a lo largo del Eje Atlántico, por un lado, y hasta Ponferrada, por otro.

El servicio entre las ciudades de Vigo y Oporto se comparte entre los interventores españoles y los portugueses, ya que Renfe y Comboios de Portugal, la empresa ferroviaria homóloga en el país luso, llevan a cabo la ruta del Tren Celta de forma conjunta desde el año 2011.

Pero, al contrario de lo que sucede con los conductores de los trenes, que sí completan el trayecto en su totalidad, los interventores no van más allá de Valença do Minho. Es en esta localidad portuguesa donde Miguel Veiga tendría que haber intercambiado su puesto con un interventor del país vecino, que sería el encargado de continuar camino a Oporto, mientras él regresaría a Vigo en el tren procedente de la ciudad lusa.