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Mirada alemana al "renacer" de los pesqueros

Estudios Vigueses publica las memorias de Harro Draheim, un ingeniero germano que vivió la modernización del naval en los 60

Trabajadores del astillero Santodomingo en 1986. // Magar

El olfato y la memoria de Harro Draheim se anudan en un mismo recuerdo cuando rememora su llegada a Vigo desde Hamburgo, en 1959, para trabajar como ingeniero en el astillero Santodomingo (Armón). "Me encontré casi con un ambiente de aserradero, dado el olor a metano que desprendían las virutas de madera; y una nave en la que trabajaban un grupo de carpinteros de ribera, valientes y hábiles en convertir las maderas del bosque en un barco de pesca para trabajar en los duros mares de Galicia", relata Draheim, hoy jubilado con 82 años en Cataluña.

Esa estampa casi artesanal, tan distinta de los talleres de la Deutsche Werft en los que Draheim había trabajado en Hamburgo, no tendría nada que ver con la que dejaría al abandonar el astillero una década y media más tarde, en 1974.

Hoy, más de 40 años después, sus recuerdos suponen el valioso testimonio de un período clave en la modernización de la industria naval. En cuestión de meses -con toda probabilidad antes de que acabe el año- esas vivencias y conocimientos se recogerán en el libro Tiempo de pesqueros, escrito por el propio Draheim y con la colaboración del profesor de la Universidad de Santiago (USC) Jesús Giráldez. El ensayo verá la luz gracias al Instituto de Estudios Vigueses (IEV), responsable de su edición.

En sus páginas Draheim comparte su visión y papel en unos años vitales. Su llegada a Vigo, a finales de la década de los 50, coincidió con la aplicación del Plan de Estabilización impulsado por el régimen de Franco y que dejaba atrás la economía autárquica. Esa apertura al exterior permitió a los astilleros vigueses -como Barreras, Vulcano o Freire- abandonar las construcciones en madera e iniciar las de acero. La Ley de Protección de la Flota Pesquera, de 1961; y el apoyo financiero del Estado a través de créditos navales baratos impulsaron además el desarrollo de España como potencia pesquera entre las décadas de los 60 y 70.

"El primer paso fue la transformación de la construcción de cascos de madera en cascos de acero, de tamaño similar, útiles para la pesca litoral. Ello con una excepción, la del primer pesquero que fue propulsado a motor", comparte el veterano ingeniero alemán, quien recuerda que entonces todavía "prevalecía el sistema de accionamiento a vapor". Draheim anota otros dos cambios sustanciales: cómo los sistemas de congelado sustituyeron poco a poco al hielo triturado como sistema de conservación, lo que permitió además estancias más largas en los caladeros o travesías a destinos más lejanos; y las transformaciones que tenían como objetivo "proteger y dar seguridad al marinero" durante sus labores. Hasta entonces el acero apenas se utilizaba en los buques bacaladeros.

En su libro Harro detalla los avances que mejoran la seguridad durante el arrastre o el gobierno del timón y permitieron modernizar la pesca litoral y de altura. El historiador y secretario del Instituto de Estudios Vigueses (IEV), Antonio Giráldez, resalta que Tiempos de pesqueros arroja luz además sobre la evolución de la pesca litoral gallega. "Casi siempre se piensa que la pesca de bajura quedó anquilosada y que las mejoras solo se aplicaron en la pesca de altura; pero el libro de Harro y su propio trabajo como ingeniero naval dan fe de que la modernización en el diseño de los barcos, en la propulsión y la navegación, también se aplicaron a la pesca de bajura", anota Giráldez.

La obra de Draheim no solo aporta el testimonio técnico de un ingeniero que pasó de construir trasatlánticos cargueros de 150 metros de eslora en el Deutsche Werft, de Hamburgo, a mudarse a Vigo para participar en la modernización del astillero Santodomingo. Es además el relato personal e íntimo de un alemán que declara su "gratitud" a la ciudad y "en especial a la gente del mar". Un espíritu incansable que padeció cuatro años de trabajos forzados en Polonia, que tuvo que estudiar por las noches para licenciarse tras el fin de la II Guerra Mundial y que trabajó hasta el 74 en Santodomingo, año en el que pasó a Ibercisa para más tarde convertirse en inspector de buques.

El profesor de la USC Jesús Giráldez, autor del prólogo del libro, destaca la importancia del testimonio de Harro, quien recaló en España -recuerda el experto- "en un momento clave para la economía", coincidiendo con el fin de la autarquía del Franquismo. También subraya la riqueza "fundamental" que aporta a la historia disponer del testimonio de personas que vivieron en sus carnes los cambios en el sector, tanto en los grandes astilleros, como en los de menor tamaño.

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