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El legado de un profesional idealista y comprometido con su tierra

Bar Bóo, el arquitecto ejemplar

Un estudio presentado en la Escuela de Barcelona lo sitúa como uno de los autores más destacados de la segunda mitad del siglo XX en España y reivindica una obra que adaptó la modernidad al entorno y la tradición de Galicia

Con solo 14 años ideó para su casa familiar de la calle Hernán Cortés muebles multiusos, una chimenea e incluso luces encastradas. Xosé Bar Bóo (1922-1994) estaba "extraordinariamente dotado" para la arquitectura y el diseño y abordó una gran variedad de trabajos a lo largo de toda su carrera a los que imprimió su particular sello personal. Pero este carácter genuino también ha contribuido a alimentar el falso prejuicio de su complejidad y derivado, como consecuencia, en la escasa difusión y puesta en valor de sus creaciones. Jaime Blanco reivindica en una tesis doctoral cum laude defendida en la Politécnica de Cataluña la importancia de su obra, una de las más destacadas de la arquitectura española de la segunda mitad del siglo XX, así como su carácter "ejemplar y transmisible" a las siguientes generaciones.

"Debería ser muy conocido, pero resulta sorprendente que no se hayan hecho estudios profundos. Muchos compañeros de Barcelona ignoraban su obra y les ha interesado mucho por lo poco convencional que resulta. Pero es que ni siquiera en la Escuela de Arquitectura de A Coruña, donde yo estudié varios años, supe de la existencia de Bar Bóo, y eso a pesar de que había sido profesor desde 1985", destaca Blanco, barcelonés de padres gallegos.

VER GALERÍA | El legado de Bar Bóo.El legado de Bar Bóo.

Fue el azar el que propició el descubrimiento: "En el 97, siendo estudiante de cuarto, me encontré con la iglesia parroquial Nuestra Señora de las Nieves de Teis, descubrí que Bar Bóo era su autor y realicé un estudio para una asignatura. En 2004, ya cursando el doctorado en Barcelona, me llamó la atención la cubierta de la plaza de abastos de O Porriño mientras viajaba en tren y también conocí después que era suya".

Su hallazgo derivó en otro trabajo y finalmente acabó dedicando su tesis al autor vigués. Se trata de la primera investigación que aborda de forma exhaustiva el legado de Bar Bóo desde la perspectiva arquitectónica. Junto con otra tesis doctoral leída hace una década por la historiadora del arte Alicia Garrido y publicada por la Barrié conforman los trabajos más extensos sobre su figura hasta el día de hoy.

Blanco firma un exhaustivo estudio para el que utilizó numerosas fuentes documentales -publicaciones de arquitectura, entrevistas, artículos y planos del propio autor, fotografías inéditas...- entre las que se incluye el extenso archivo familiar y las grabaciones de los encuentros entre Garrido y Bar Bóo. Para trazar su personalidad y una carrera profesional de 37 años -hasta su fallecimiento en 1994- también se basó en las conversaciones mantenidas durante años con su viuda, Macamen Blanco, y sus hijos, además de con amigos y compañeros de profesión o con usuarios actuales de sus obras.

Tras titularse en Madrid en 1957, Bar Bóo decide regresar a su ciudad, al contrario que sus coetáneos gallegos De la Sota o Molezún, y convierte su icónico edificio de Marqués de Valladares en un "laboratorio" de ideas. "En los años 60 gozaba de repercusión nacional y apareció en las publicaciones más destacadas del momento, como el libro de Carlos Flores o la revista Arquitectura. Pero él vuelve por su compromiso con Galicia, que en aquel momento se encontraba a años luz de la producción de Barcelona o Madrid. Los clientes no estaban muy predispuestos a la modernidad que él representaba y todavía no existían instrumentos como la escuela de A Coruña o el colegio profesional que él crearía posteriormente y que podían ayudar a difundir su trabajo", explica.

A pesar de las dificultades, fue capaz de desarrollar una variada obra, aunque no extensa, que incluye proyectos arquitectónicos de uso público y privado, planeamientos urbanos y diferentes diseños. Blanco eligió seis equipamientos públicos y varias viviendas unifamiliares, incluidas algunas no ejecutadas, como objetos de estudio entre más de 180 posibles.

"Su territorio era muy complejo y genuino. No hizo escuela, en parte, por esta singularidad y también porque su obra no es conocida. Pero realmente sigue vigente hoy en día y tiene un valor muy instrumental. En viviendas familiares, por ejemplo, fue depurando determinadas soluciones de distribución y adaptación al clima o la topografía que siguen respondiendo a las problemáticas a las que se enfrenta cualquier arquitecto en la actualidad. Por eso reivindico que su trabajo debe darse a conocer", aboga.

De "talante polifacético" y con una "formación humanista muy considerable", Blanco lo define, sobre todo, como un paradigma de la ética profesional: "Esto le hace adoptar una postura objetiva ante cada proyecto y liberarse totalmente de prejuicios. No sigue ningún tipo de moda o apriorismo y, a través de la racionalidad, llega a un resultado único y ejemplar".

En su trayectoria influyeron maestros internacionales como Le Corbusier, Van der Rohe y, sobre todo, Frank Lloyd Wright. Participa "en el discurso de su tiempo" pero Bar Bóo lo adapta a las particularidades de Galicia y, en consonancia con autores como Alvar Aalto, adapta la modernidad al entono y la fusiona con la tradición.

"Extrae las lecciones de la arquitectura tradicional y las utiliza siempre con una razón de ser, no de manera superficial. Reinterpreta las casas con patín o el espacio circular de los castros celtas y las pallozas para mejorar la iluminación y la ventilación o conseguir un mejor aislamiento. Sus obras están ligadas al territorio gallego pero respiran modernidad", apunta.

Con esta misma filosofía, la de unir modernidad, tradición y necesidades reales, Bar Bóo combinó en sus creaciones cemento y granito: "Consideró que el uso de la piedra y la peculiar aplicación de las pastas como una de sus principales aportaciones e ideó soluciones de forma muy desprejuiciada".

El autor vigués estaba convencido de que a través de la arquitectura podía mejorar la calidad de vida de la gente: "Se sentía profundamente gallego y creía que todo estaba por hacer. Su proyecto vital fue aportar sus inquietudes y su visión de futuro a su tierra. Y acaba jugando un papel de liderazgo intelectual".

El Edificio Bar Bóo, que diseñó y en el que vivió el arquitecto desde 1957, en Marqués de Valladares. // Ricardo Grobas

Funda el COAG en 1973, siendo decano posteriormente, preside el Museo do Pobo Galego y pertenece al Seminario de Estudos Galegos desde 1982, entre otras instituciones. Fue además "protagonista" de la Transición en Vigo, llegando a proponerse su nombre para la alcaldía. Y también participó en el ámbito de la ecología, participando en la fundación de la asociación Adega.

"Tenía una preocupación tremenda por los abusos cometidos durante los años de desarrollismo y fue una de las voces que se alzó para denunciarlos. Esto le costó trabajar menos pero su integridad hacía impensable para él doblegarse a los intereses especulativos. Al releer sus artículos te das cuenta de que sus ideas siguen vigentes en el actual escenario socioeconómico", subraya.

Blanco se confiesa tocado por esta concepción ética y objetiva de la profesión: "En una época de pocos medios y clientes poco abiertos a nuevas inquietudes consiguió desarrollar una obra única y ejemplar y esto debe ser un estímulo para nosotros en un momento en el que la profesión ha sido puesta en entredicho. Aunque mi arquitectura no se parece a la suya sí comparto su postura, salvando las distancias, porque él fue un monstruo. Bar Bóo se ha convertido en el maestro que nunca tuve".

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