La Autoridad Portuaria de Porto de Douro, Leixões y Viana do Castelo celebra estos días el primer año de funcionamiento de la nueva terminal de cruceros de Oporto. Los actos incluyen la presentación de libro sobre el moderno edificio diseñado por Luis Pedro Silva y jornadas de puertas abiertas para que la ciudadanía recorra por dentro y fuera ese "caparazón" que costó 50 millones.

Muy cuestionada al inicio de las obras, la inversión en esta infraestructura coincidió cuando Portugal sufría por los efectos de la crisis y la exigencia de Bruselas de aplicar profundas reformas económicas. Ahora, la visión de los portuenses sobre esta infraestructura parece haber cambiado. Para llegar hasta a ella tienen que coger el coche, sin embargo, el fin de semana acudieron en multitud a ver la llamativa construcción que además de punto de recepción y atraque de cruceros compartirá espacio con centros de investigación marina de la Universidad de Oporto.

Tal vez en este cambio de percepción haya influido los numerosos reconocimientos arquitectónicos logrados por la terminal, insuflando más orgullo todavía a una ciudad como la de Oporto ahora de moda para envidia de la siempre rival Lisboa. Al margen de esta cuestión estética, también en términos portuarios los datos acompañan, de momento, el esfuerzo inversor. El aumento de Leixões en el tráfico de cruceros va disparado. En 2015, 85 escalas, y este año, 92, doce más que Vigo. Un aumento que se produce, curiosamente, cuando está a punto de cumplirse un año de su alianza con A Coruña, puerto que en 2017 arrebatará al vigués el liderato en cruceros en el noroeste peninsular. ¿Casualidad?