Familiares de Leopoldo González, en el cementerio del que fueron desalojados los mariachis. // J.Lores

Al vigués Leo González todavía le cuesta creer lo que sucedió en el entierro de su padre. Debido a sus gustos y raíces mexicanas, los mariachis fueron requeridos por la familia como acompañamiento musical en el funeral. Sin embargo, al cura no le gustó la idea y ante la primera nota obligó a los músicos a abandonar el recinto a pesar del descontento de los asistentes.

Tanto familiares como amigos de Leopoldo González querían que su último adiós fuese especial pero sobre todo que encarnase el espíritu de este vigués: alegre, vital y por encima de todo, muy "padre".

Cada calle, esquina o punto cardinal de Vigo fue testigo de muchos capítulos de su vida, especialmente el momento en el que conoció a su mujer Guadalupe Vidal, azteca de nacimiento, quien lo convirtió a él en mexicano de corazón.

Este pasado lunes, Leopoldo fallecía y toda su familia se afanó en organizarle un funeral y sepelio que no desmereciese la figura del patriarca de los González. La parroquia de Santa Eulalia de Alcabre fue el escenario escogido por sus hijos para despedir a su progenitor. Además de encargar una misa y algún que otro detalle floral, los familiares no dudaron en contratar a un grupo de mariachis para que pusieran la nota musical en el entierro y tocasen los temas que ambientaron los mejores momentos de la vida de Leopoldo González Ríos. "En México es muy habitual encontrarse con mariachis en los entierros. Allí, por ejemplo, el día de los muertos se entiende como una celebración", narra su hijo Leo.

"Los echó de mala manera"

La misa y lecturas tuvieron lugar en el interior de la iglesia parroquial. Los seis mariachis esperaban a la salida para acompañar al féretro durante el camino al cementerio, situado justo detrás de la ermita. Una vez terminaron los actos católicos, el cura acompañado por las cerca de 70 personas que acudieron al funeral se dirigió al cementerio cuando los músicos empezaron a entonar Cielito lindo.Escuchar

"En este momento ya vimos como al sacerdote se le cambió completamente la cara y una vez llegamos al sepulcro se montó una increíble", contaba, aún incrédulo, Leo González.

La canción favorita de Leopoldo era El Rey,Escuchar por ello la familia quería que la pieza sonase justo cuando el féretro entrase en el nicho, sin embargo ante las primeras notas de los guitarrones, el sacerdote ordenó parar la música y obligó a los mariachis a abandonar el camposanto. "Se puso muy nervioso, empezó a decir que se trataba de una música pagana y que no podían tocarla en un entierro. Mandó salir a los pobres, los echó de mala manera y dijo que no continuaría hasta que no abandonasen el cementerio, muy irracional. Nosotros respetamos toda la ceremonia católica, él debería haber respetado nuestras costumbres. Nosotros decidimos cómo enterrar a mi padre y el cura no nos lo permitió", relata su hijo.

Tanto amigos como vecinos y familiares no disimularon su indignación pero por respeto a la situación, acataron la orden del sacerdote. "Nos pareció una falta de respeto. Cada uno sufre el dolor como puede o como quiere. Me ha dolido mucho que justo se pusiera así con la canción de El Rey, ya que era especial, un himno para mi padre. Hoy debía ser 'el rey' pero el sacerdote no le ha dejado", lamentaba Leo.

Igualmente, y por deseo expreso de la familia, los músicos prosiguieron con sus sonidos fuera del recinto, aunque sus melodías no se escucharon tan alto como hubiesen querido. "Llega a ser otro funeral y mi padre está en él, seguro le hubiera enfrentado e incluso cantado más alto. El cura empezó a hablarnos de solemnidad y misericordia, se le llenó la boca de palabras y palabras que me hizo recordar a los políticos, y al igual que ellos, cuando tiene que dar ejemplo con sus actos no lo hace", añade el primogénito. Su hermana Guadalupe no fue tan paciente y rompió al llorar cuando "hirieron la memoria de mi padre". "Podría entender que se enfadase si llevamos música satánica, pero no comprendo que por tocar cuatro o cinco temas, himnos para mi padre, se forme este revuelo. Echó con muy malas formas a los mariachis cuando los llamamos nosotros. Aún encima de que le pagamos una misa de 45 minutos que no fue precisamente barata, no nos deja elegir cómo queremos organizarla. Estamos decepcionados", argumenta, con tristeza, Leo González.