Las calles del Casco Vello no irradiaban todo el movimiento que hubieran querido en la tarde de ayer y la lluvia fue la culpable. Los vigueses buscaban un soportal bajo el que protegerse, o en su defecto algún bar o puesto con toldo. Solo éstos se llevaron la palma en una jornada aciaga para los cerca de 250 puestos de comida y artesanía que se instalaron en la zona histórica con motivo de la Reconquista.

Los primeros problemas surgieron con la llegada de las precipitaciones y afectaron a las instalaciones eléctricas de los puestos. Fueron continuas las reclamaciones que llegaban a las oficinas de la Asociación de Vecinos del Casco Vello, organizadores del festejo, por la marcha de la luz en varios tenderetes. Los contratiempos eléctricos se subsanaban con facilidad aunque fueran constantes.

El mal tiempo motivó no solo un descenso en el número de asistentes, que el año pasado abarrotaban las céntricas calles, sino que provocó que los que sí acudieron a disfrutar de la fiesta no salieran del interior de los bares o portales. "Recuerdo que el año pasado era imposible bajar por Plaza de Compostela de lo llena que estaba y hoy parece un día normal, con puestos antiguos y de comida diferentes, pero al no haber tanta gente desmerece más", evocaba la viguesa Xiana André, quien reconoció que el mal tiempo motivó que no comiese o permaneciese más tiempo por las calles del Casco Vello.

Los propios hosteleros del siglo XIX también se mostraron decepcionados por la "discreta asistencia" de los vigueses a la Reconquista. "Llevamos varios años con este puesto y nos hemos llevado una sorpresa al ver que venía tan poquita gente, mucha menos de la que imaginábamos", relataba Miguel Acevedo, trabajador de uno de los restaurantes improvisados en la calle Teófilo Llorente.

Aunque los bares o puestos de restauración eran los que captaban un mayor número de público, no era más que un "espejismo". "Por mucha gente que veas alrededor de los puestos, muchos llevan ahí media tarde por culpa de la lluvia, no hay muy buenas expectativas para estos dos días", lamentaba uno de los dueños de una taberna en O Berbés.

Los tenderetes de artesanía fueron los más perjudicados por la lluviosa jornada. Muchos de ellos tuvieron que cubrir el techo de sus puestos, que eran de tela, con capas de plásticos para que no se mojasen sus obras, lo que provocaba estar continuamente sacando agua de su interior y que la gente no se detuviera a contemplar los trabajos por miedo a empaparse.

El cielo tampoco concederá un respiro en el día de hoy por lo que los restauradores apelarán al espíritu de la ciudad para levantar sus negocios.