El padre Carlos Olivares, fundador de la Misión del Silencio, falleció ayer a los 69 años víctima de una enfermedad. El sacerdote, que recibió la distinción de Vigués Distinguido en 2012, impulsó la cesión del albergue de Marqués de Valterra al Concello y también dirigió el centro de acogida que gestiona la orden en Urzáiz desde los años 80.

Dedicó su vida a las personas sin recursos y también a aquellos con discapacidades auditivas, de hecho, fundó la Asociación de Personas Sordas de Vigo y convocó en 1986 el primer curso de lenguaje de signos para personal sanitario.

La misa exequial será oficiada hoy, a las cinco de la tarde, en la parroquia Inmaculado Corazón de María y continuación tendrá lugar el entierro en el cementerio de San Miguel de Bouzas. Hasta entonces, el padre Carlos será velado en la Casa Misión del Silencio de Urzáiz. El obispo de Tui-Vigo, Luis Quinteiro, el Presbiterio y fieles de la diócesis han querido elevar una oración por su eterno descanso y unirse al dolor de sus familiares.

Nacido en Valladolid, el sacerdote fue ordenado en Vigo a una edad ya madura y fundó la Misión del Silencio en 1987. La labor de esta orden fue reconocida por la Fundación Érguete y Diálogos 90.

Tras conocer su reconocimiento como Vigués Distinguido, el padre Carlos, al que siempre caracterizó su humildad, dijo que no se consideraba merecedor de la distinción y quiso extenderla a toda la iglesia "entendida como pueblo de Dios y no como jerarquía".

"Yo solo soy un pobre y feliz sacerdote que ama a la iglesia", expresaba en una entrevista concedida a FARO tras conocerse su elección.

El pleno aprobó su nominación meses después de que la orden cediese al Concello de forma gratuita las instalaciones del albergue que regentaba desde el año 2002 en Marqués de Valterra. Un inmueble de más de 2.000 metros cuadrados y con una capacidad de 50 plazas que la orden ya había ofrecido sin éxito un año antes.

El sacerdote mostraba su satisfacción ante un acuerdo que por fin fructificaba y por el que no se pidió nada a cambio, incluso se transfirió a la Concejalía de Bienestar el mobiliario de las instalaciones. Una oferta que el propio padre Olivares calificaba de "insuperable" por "el mejor lugar posible".

En el acto de entrega de las llaves al alcalde por parte de la Fundación Valeriola, su presidente, el comandante de la Marina Joaquín Ballesteros, entregó un obsequio al sacerdote como reconocimiento a su "gestión eficaz, eficiente y desinteresada" del albergue durante casi una década.

Tras la cesión, el padre Carlos y las Misioneras del Silencio centraron sus esfuerzos en la casa de la calle Urzáiz, sirviendo almuerzos a una media diaria de entre 130 y 140 personas.