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María Elena Urrestarazu: "La memoria es muy selectiva; olvidamos cuando nos acogieron a nosotros"

Una de las pioneras en el trabajo social de la ciudad recibe un homenaje por su labor con la emigración

María Elena Urrestarazu Ucín. // Ricardo Grobas

Cuando el trabajo social aún pasaba desapercibido en la ciudad, María Elena Urrestarazu tuvo un papel muy relevante. Fue un referente para las profesionales que se iniciaban en este campo y para los miles de emigrados a los que ayudó a partir y a regresar. Por ello, el colectivo Contorna social reconoce su labor este jueves, en la celebración del Día Mundial del Trabajo Social.

María Elena pertenece a esa minoría de mujeres que a principios de los 60 estudiaba en una escuela universitaria. "Es que yo siempre fui muy revoltosa", justifica. La visión de los trenes cargados de emigrantes que, de aquellas, pasaban por su ciudad, San Sebastián, fue la que le empujó a Asistencia Social. "La estación era terrible, veías cómo iban llenos y la gente bajaba a por agua, como vemos ahora a los refugiados, algo así", recuerda. Lo que pudo observar durante su estancia en París por un curso de civilización francesa, también le marcó. Decidió especializarse en emigración -tesina incluida- y las cajas de ahorros le financiaron becas para que ahondara en la que tenía Francia como destino. El Instituto Español de Emigración la fichó al terminar -"la escuela universitaria me pidió que aceptara", resalta-.

Sus inicios fueron en Irún. Allí estaba la Oficina Nacional Francesa de Inmigración, donde eran citados al día 5.000 trabajadores de todos los rincones de España que habían solicitado trabajo en Francia. "Funcionaba muy bien". En 24 horas salían con contrato y documentación médica hacia su nuevo destino. El problema llegaba cuando no superaban la revisión. "¡Había unos dramas! A lo mejor, habían vendido ya sus vacas y todo", recuerda. María Elena se encargaba de ellos en la oficina española cercana. Y también de la gente retornada de la frontera. "Por ejemplo, cuando una mujer venía a dar a luz a España y quería volver con su hijo a Francia pero no tenía documentación", expone.

Motivos personales la llevaron a pedir Vigo como destino y se lo concedieron en 1969. Eran los años de las primeras víctimas mortales de ETA y su condición de vasca no la ayudó demasiado en la integración en su nuevo destino. "El mapa de servicios sociales era muy cerrado, solo había asistentes en las empresas y en la dirección provincial de trabajo no fui querida". Al final, comienza en la desaparecida Casa de América, ubicada en Areal, donde ingenieros españoles que recibían cursos de perfeccionamiento para partir a Brasil, Argentina y otros destinos de Hispanoamérica.

Los trabajadores que acudían a países sin convenio, dejaban a su familia en España sin asistencia sanitaria. Hasta 1970, en que un decreto se la reconoció "por muy poco dinero". María Elena pasó a encargase de esta gestión y la de las becas en La Dirección provincial de Trabajo. Allí recibía a más de 5.000 de toda la provincia. Pero ella quería poder atenderlos en sus pueblos. Ya en democracia y durante la Presidencia de Felipe González -"da la vuelta al calcetín de este país en servicios sociales", aplaude-, lo consigue. "En vez de que vengan todos a Vigo, quería abrirme y compartir el servicio con los ayuntamientos".

Ayudaba a las familias -habitualmente, con el padre fuera y un bajo nivel cultural-, a obtener las prestaciones sociales, la asistencia sanitaria o cualquier otro trámite que necesitaran con el exterior. A los trabajadores les gestionaba los procedimientos por enfermedad o jubilación. Con el francés como segunda lengua y "un poco de inglés", María Elena hablaba a diario con oficinas laborales de la Haya, Rotterdam o París.

Recuerda lo bien que países como Francia, Bélgica o Alemania acogieron a los refugiados españoles. "Mi madre me contaba que en Hendaya las fronteras estuvieron abiertas mes y medio, hasta que llegaron los nacionales, y allí pasaba todo el mundo", subraya y destaca la generosidad de Bélgica -a la que llegaban los barcos desde Asturias- y de Alemania. "Los hijos de los emigrantes han hecho las licenciaturas con las prestaciones que venían del exterior", recalca. Le da "vergüenza" ver cómo trata ahora Europa y, en concreto, España, a los refugiados sirios. "Nos hemos deshumanizado, no queremos bajar nuestro nivel de vida para repartirlo, no hay valores ni solidaridad ni respeto", reprueba y añade: "Estamos provocando que se enriquezcan las mafias y negociamos armas en esas guerras que criticamos". "La memoria es muy selectiva y olvidamos pronto", sostiene María Elena para explicar cómo un país emigrante como España se comporta así.

Anque claro, la emigración española actual "es otra historia". "Antes iba el hombre que tenía fuerza, ganas de trabajar y de ganar dinero, por supervivencia. Ahora están más preparados y tiene otras connotaciones". De hecho, piensa que, con muchos de ellos, "ni son necesarias" las labores que ella realizaba. Los recortes de ayudas que Inglaterra propone para la inmigración le parecen "una involución". "Era una utopía, pero con el tratado de Maastricht se quería converger en prestaciones".

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