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Una historia de cine

Hace cien años se inauguró el Royalty, la primera sala que ofrecía una programación diaria de películas mudas

Fue en 1916 cuando la actividad cultural en Vigo era enorme. A pesar de las dificultades económicas de la época, que se reflejaban en un ayuntamiento muy endeudado y solicitando créditos, la ciudad mantenía un gran ambiente cultural. Las asociaciones programaban espectáculos muy a menudo. Estos tenían lugar en los escenarios del Tamberlick, Salesianos, Rosalía de Castro, Palacio de la Ilusión o Guignol, entre otros. Algunos de esos lugares comenzaron a proyectar películas. La primera fue en el Tamberlick. Sin embargo, no eran todos los días, sin en contadas ocasiones.

Los teatros eran edificios cargados de simbolismo, tanto por su diseño como por la importancia de sus actividades. Otros lugares no tanto. Era el caso del Salón Vigués. Se fueron construyendo como barracones y con escasa capacidad para poder mantener una programación estable.

Precisamente donde se ubicaba el Salón Vigués, Antonio Méndez comenzó su andadura como empresario en la ciudad. En dos años construyó el Cine Royalty. El proyecto se lo encargó a Michel Pacewicz, un destacado arquitecto francés que se había instalado en la ciudad. Sin embargo, no lo firmó. De todas formas, su diseño se asemeja mucho a las características de su obra.

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Antonio Méndez no era un desconocido dentro del mundo cinematográfico. Ya tenía salas en diversas ciudades de Galicia y durante muchos años llegó a construir numerosas por toda España. También en Madrid, donde fijó su residencia.

El nuevo cine vigués contaba con cuatro puertas de acceso. En su interior podía albergar a más de 600 personas. Disponía de dos salas de espera, en función del precio de la localidad que se había comprado. Se programaba una sesión todos los días y dos los fines de semana. Eran películas mudas en aquella época.

Fue un éxito. Tanto que un año después se inauguró el Cine Odeón, en la calle Marqués de Valladares. Casi con idénticos elementos y una estructura similar. Fue un local también emblemático y diseñado por Michel Pacewicz, aunque no se tiene la certeza total por los documentos de la época. El Cine Odeón funcionó de manera regular hasta 1967. Al igual que otros muchos edificios emblemáticos, fue derribado en aquella etapa, cuando Vigo se entregó a un urbanismo sin control.

El Cine Royalty sobrevivió hasta 1963. Pero antes de desaparecer vivió una intensa historia. Antonio Méndez propuso un proyecto para ampliar el edificio. La idea era ganar en altura. También tenía como objetivo mejorar los accesos al recinto e incluso ampliar el bar. Nunca se llegó a realizar. Algunos documentos explican que se debió a la negativa del ayuntamiento para conceder la licencia de obra.

Después de la Guerra Civil, las autoridades obligaron a cambiar el nombre del emblemático cine. Pasó a llamarse Cine Vigo. Se proyectaron multitud de películas, muchas mudas y otras con sonido. Así hasta que en 1953, el propietario llega a un acuerdo con la Compañía de Jesús para vender el solar. Las negociaciones fueron duras y se prolongaron durante muchos meses. La petición inicial del empresario era de dos millones de pesetas. Finalmente, el acuerdo se cerró en 1.650.000 pesetas. Diez años después, el emblemático cine fue derribado en su totalidad. En su lugar se ubica hoy en día una iglesia.

El Cine Royalty, o Vigo, fue uno de los componentes del paisaje cinematográfico de la ciudad. A lo largo de la historia se pueden contabilizar muchos lugares emblemáticos e históricos. El Rosalía de Castro, García Barbón, Fraga, Cinema Radio, Disol, Maravillas, Rex, Avenida, Plata, Caramuxo, Roxy, Niza, Ronsel, Nuevo Odeón fueron algunos de ellos. Todos han desaparecido, aunque en algunos casos se mantienen sus estructuras. Además del centro urbano, en algunos barrios también se instalaron estos recintos que dejaron de existir hace algunos años.

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