La Universidad de Vigo ha hecho posible la primera conexión desde España con la Antártida a través de un cubesat. Esta histórica transmisión tuvo lugar el pasado 26 de enero gracias a la colaboración de investigadores de Alcalá de Henares que participaban en una campaña en la base Gabriel de Castilla, en isla Decepción, y que instalaron un dispositivo para enviar los datos recogidos por una estación meteorológica desde el continente helado hasta el campus olívico gracias al satélite Serpens.

La Agrupación Aeroespacial de Vigo diseñó tanto la plataforma de transmisión como la estación meteorológica ubicada en el cerro JB para recoger y almacenar datos de velocidad y dirección del viento, temperatura y precipitación.

Los científicos de la Universidad de Alcalá pertenecen a los departamentos de Física y Geología y participan en el proyecto Permathermal. Llevan más de 20 años estudiando los suelos permanentemente congelados de la Antártida -permafrost- para estudiar y comprender mejor los efectos del calentamiento global y decidieron colaborar con el equipo de Fernando Aguado para testar la validez de la red Humsat en la transmisión de datos desde una zona remota del planeta sin infraestructuras de ningún tipo. Por ello, el equipo diseñado en Vigo está dotado de su propio sistema de generación y almacenamiento de energía.

La red Humsat, coordinada desde Galicia y respaldada por la ONU y la ESA, se basa en la utilización de sensores de bajo coste para recoger y transmitir datos a través de una red internacional de cubesats en casos de catástrofes naturales y emergencias o para el desarrollo de estudios científicos sobre el cambio climático, por ejemplo.

El grupo de Investigación del Espacio de la Universidad de Alcalá de Henares colabora desde 2011 con la agrupación que lidera el profesor Fernando Aguado. El satélite Serpens, desarrollado por Vigo y un consorcio de centros brasileños, fue puesto en órbita el 17 de septiembre desde la Estación Espacial Internacional para demostrar la viabilidad de la red Humsat y, según calculan sus responsables, la reentrada en la atmósfera y posterior destrucción tendrá lugar dentro de un mes.