Los negocios del barrio de Bouzas sufren los daños colaterales de la supresión del mercadillo desde hace cuatro meses, cuando un tiroteo entre vendedores ambulantes clausuró varias ferias de la ciudad. Los comerciantes aseguran que soportan pérdidas del 50% cada domingo sin mercadillo.
Marta y Mónica Abalde regenta la panadería Tahona, próxima a la alameda de Bouzas. Cada domingo venden 200 barras de pan menos que antes de la prohibición de celebrar el mercadillo. "Sin feria esto está muerto", sentencian las hermanas, una frase que se repite por la zona. Acusan tanto las pérdidas que han tenido que prescindir de una de sus empleadas: "Antes éramos tres, porque era el día más fuerte de ventas, pero ahora ya nada".
Cruzando la calle, la frutería de Iria Domínguez, apenas tiene gente: "La gente ya no viene a pasear así que tampoco compran fruta, pero no puedo cerrar porque hay gente de la zona que sabe que abres los domingos viene específicamente a cogerte algo". Asegura que está registrando pérdidas de 400 euros semanales.
Cuando más notan la bajada de clientes es en las primeras horas del día, cuando los feriantes y los más madrugadores acudían a desayunar y hacer las primeras compras. En el restaurante A Gavela han pasado de servir 150 desayunos a no conseguir vender "los cuatro cruasanes" que traen. La bajada de consumo no solo afecta a los locales de la zona, sino también a los distribuidores. "Lo nota el que te trae la cerveza, la pescadera, a quien le coges la carne? compras menos porque vendes menos y ellos también están molestos", relata la camarera Paulina García, quien añade que algunos domingos bajan la recaudación más de la mitad de un domingo de feria.
José Vidal es el presidente de los comerciantes de Bouzas. Señala que la media de pérdidas es del 50%: "Nosotros no nos ponemos de parte de nadie, pero tenemos que defender los intereses de los comerciantes". Vidal considera que la situación se está alargando demasiado y quiere reunirse con el Concello para transmitirle el malestar de sus representados y buscar una solución: "Lo primer es la seguridad del ciudadano, pero nos parece que hay que buscar alguna alternativa".
Albano Costas, de la heladería Mamma Mía, señala que si el problema es la seguridad, "que pongan policías". Mientras el resto de Concellos han recuperado la normalidad de sus fines de semana, a Bouzas no le llega el momento. Desde la supresión del mercadillo él también ha tenido que prescindir del refuerzo de los domingos por la mañana. "Ya no me hace falta", sintetiza.
El tiempo también es un factor clave en las ventas. Juan Carlos Vila, dueño de la cafetería Las Anclas, advierte de que con la llegada de la primavera las pérdidas se notarán más: "Por ahora aún hace frío y llueve así que aunque haya feria no viene tanta gente como los días que hace bueno, a partir de ahora sí que vamos a notar más la bajada". Vila señala que cree que el barrio necesita "revitalizarse", a través de otras actividades más allá de la de los vendedores ambulantes: "Si nos quedamos sin feria tendrán que ayudarnos con otras actividades: conciertos, artesanía?".
Los negocios coinciden en señalar el domingo como "el día que te arreglaba la semana". Ahora se ha convertido en un día más. Los que más acusan las pérdidas son los hosteleros, pero los hay también de venta de prensa, como el de Paloma Chamorro, que parece que ya no levantan cabeza. "Se nota tanto la falta de la feria que estoy pechando en volar", dice de manera sarcástica.
Los negocios locales piden que el Concello tenga en cuenta el prejuicio que está ocasionando y se siente a dialogar con los vendedores ambulantes o con ellos para cortar las pérdidas que, según afirma el presidente de los comerciantes, "en estos momentos de crisis son más duras".
