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Un estudio universitario subraya el papel formativo del entrenador de fútbol base

El psicólogo deportivo y profesor de la Federación Andaluza Santiago Rivera determina qué habilidades son necesarias a partir de entrevistas con más de 500 preparadores

Santiago Rivera y Joaquín Dosil (3º y 4º por la izq.), con el tribunal que valoró la tesis. // Inge van den Broek

Celebran los goles como sus ídolos y remedan sus peinados mientras crecen como futbolistas sobre el césped, pero los jóvenes jugadores se encuentran en un periodo clave de sus vidas que exige entrenadores capaces de primar su formación personal sobre los resultados. Un novedoso estudio defendido en la Universidad de Vigo por el psicólogo deportivo Santiago Rivera, fundador del centro de alto rendimiento Excelentia tras 6 temporadas en el Sevilla C.F., determina las fortalezas y habilidades que deben tener estos profesionales a partir de las entrevistas realizadas a 551 preparadores de equipos andaluces de nivel infantil y cadete.

"En el fútbol formativo, ser entrenador no solo implica que los jugadores y jugadoras mejoren deportivamente, sino también la responsabilidad de su bienestar psicológico y de su crecimiento como seres humanos. Deben adquirir valores deseables socialmente como el respeto, la responsabilidad o la comunicación. Sacrificar esto por los resultados no es lo más sano para ningún joven, pues cuando llegan a la adolescencia prefieren salir de noche y pasárselo bien a levantarse temprano para ir a entrenar. Hay que prevenir estas situaciones", recomienda Rivera, cuyo trabajo ha estado dirigido por Joaquín Dosil, psicólogo deportivo que asesora al Real Club Celta y profesor en la universidad viguesa.

La investigación constituye su tesis doctoral y se desarrolla desde el enfoque de la psicología positiva, es decir, se centra en el potencial de las personas y no en sus carencias. A partir de los resultados obtenidos, el autor concluye que los entrenadores deben tener cuatro capacidades básicas: identificar debilidades, transmitir credibilidad, formar personas -no solo deportistas- y motivar.

"A cualquier nivel, su entorno es amenazante, de presión. Sienten la obligación de ganar y, por tanto, la necesidad imperiosa de trabajar lo que va mal. Pero hay que prestar más atención a lo que se hace bien y no solo dedicarle tiempo a lo que falla. Si un jugador hace aquello en lo que es más talentoso mejorará más rápido porque le costará menos esfuerzo físico y mental. Y el entrenador tendrá que hacer un menor esfuerzo para motivarlo. Si eres bueno con la derecha debes trabajar para conseguir un 10 con ella y un 5 con la izquierda. Lo contrario genera frustración", ejemplifica.

Rivera elaboró un cuestionario que fue revisado por entrenadores con diferentes titulaciones y por psicólogos. Los entrevistados tenían una media de 32 años y la mayoría, además de ejercer, estaban en proceso de formación -el 85% en el nivel 2-.

Las encuestas revelan que a los menores de 30 años les cuesta más ser críticos con ellos mismos: "Lo deseable es que sean mayores de esta edad, porque es cuando una persona empieza a asumir más responsabilidades y a preocuparse por los demás". Y también que a partir del cuarto año de experiencia los preparadores empiezan a anteponer el rendimiento a la formación personal de los jugadores.

El estudio constata además que el desempleo afecta a la percepción que los entrenadores tienen de ellos mismos: "Si están entrenando son más optimistas y positivos a la hora de valorarse". Rivera defiende que los preparadores de los equipos jóvenes deben contar con estudios superiores y tener como objetivo principal la motivación de sus pupilos.

"Igual que a los padres les decimos que sus hijos no los sacarán de pobres y que los presionan con sus fantasías, los entrenadores deben formarse siendo plenamente conscientes de que el fútbol no les va a resolver la vida. Ser Caparrós o Emery es muy muy difícil. Si su objetivo es progresar profesionalmente acaban desmotivados con facilidad y al final el que sufre, el maltratado, es el niño", advierte.

Asimismo, aboga por que los entrenadores aprendan de forma continua, saquen provecho de los periodos de inactividad y refuercen permanentemente sus mejores cualidades. La capacidad para gestionar a los padres también debería estar presente en la formación que reciben actualmente los entrenadores.

La credibilidad

"Se vuelven un problema y evitan hablar con ellos cuando debería ocurrir todo lo contrario. Hay que tener una comunicación fluida y mantener las distancias. Y es importante recordar que en estos niveles todos están en formación: los niños, los entrenadores y también los árbitros, a los que se les exige que no se equivoquen cuando ellos también están aprendiendo", reivindica.

Rivera, que trabaja con preparadores y jugadores de Primera y Segunda División, además de ser profesor en la Escuela de Entrenadores de la Federación Andaluza, destaca una de las habilidades clave tanto en el fútbol formativo como al más alto nivel: la credibilidad. "No tiene que ver con su formación ni con su experiencia o resultados, sino con su esencia como ser humano. El entrenador debe ser un líder y esto está relacionado con los valores y la integridad. Tiene que saber escuchar y motivar al jugador. Puede que no le caiga bien al que no pone, pero si tiene credibilidad reduce su incertidumbre, que es un elemento generador de estrés", subraya.

La carencia de esta formación desde jóvenes puede convertirse en "un lastre" si algún día llegan a ser profesionales: "Supone cargar con mucho peso, porque no van a saber manejar la presión, se equivocarán al hacer declaraciones en caliente o tendrán una mala estrategia en twitter porque alguien cercano no les dice que no debe dejar rastro de su aversión al Deportivo. Y hablamos de jugadores que son un ejemplo. Hemos visto a Ronaldo o Benzemá celebrar en solitario goles que eran mérito de todos o enfadarse porque no marcaban aunque el equipo ganase. Muchas veces los entrenadores de los niños no dirigen esta situaciones pero deben ser conscientes de su papel".

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