Un reconocimiento a la "constancia" en el desempeño de un oficio que requiere "luchar" cada día. Un premio por continuar, tras toda una vida, "en primera línea de combate" en la profesión. Éstas fueron algunas de las palabras que escogió Lourdes Carballo, decana del Colegio de Abogados de Vigo, para presentar a Teresa Mourín González y a José Iglesias Ares, los letrados a los que ayer se impuso la insignia de oro por sus 40 años ininterrumpidos de ejercicio profesional con motivo de la fiesta anual de la entidad colegial. Mourín, abogada laboralista y profesora asociada de la Universidad viguesa comprometida con causas sociales, fue la tercera mujer colegiada como letrada en Vigo, tras Romana San Luis y Elvira Landín. Natural de Lugo, llegó a la ciudad olívica en 1975, tras un año de ejercicio en A Coruña y Ferrol. Y con las cosas claras. Quería defender "a trabajadores". "Me pregunté ¿dónde hay obreros? Y me vine a Vigo", cuenta. Iglesias, originario de O Pino (A Coruña), también se colegió en 1975, tras una etapa previa como policía nacional. Especialista en varias materias, se dedica principalmente al derecho bancario. Llegó a integrar el equipo de letrados del Banco Central Hispano. Agradeció la distinción como un reconocimiento a su "capacidad de supervivencia". Pasó de la "Olivetti" y "los tomos de Aranzadi", recordó, a los ordenadores y las actuales bases de datos digitales. Y a Lexnet. "Espero que mejore", dijo, en un guiño al actual reto de la abogacía en su integración en el sistema judicial de envío telemático de escritos.

El coro del Colegio de Abogados abrió el acto, celebrado en el Hotel NH Palacio de Vigo ante un nutrido auditorio. Después llegó el momento más emotivo. El de las distinciones. Teresa Mourín, de 64 años y que empezó con un minúsculo despacho en Urzáiz, es abogada de la CIG, también trabaja en el despacho que ahora comparte con Santiago Castro y Marga Pardo en Doctor Cadaval y sigue en la docencia. Las horas del día se le quedan cortas. Es miembro de Xustiza e Sociedade y de la ONG Shanga Galicia. Se define sin rodeos como letrada laboralista. "Una especie que ya no está de moda, que está en extinción", opina. Conoce bien la problemática laboral y lamenta que "los derechos de los trabajadores" vayan a menos.

¿Lo mejor de la profesión? "Los compañeros", dijo en su discurso. "Las charlas, los vinos, las discusiones...", describió. Estas cuatro décadas se le han pasado rápido. El balance, muy positivo. En su intervención recordó que fue la tercera mujer colegiada en Vigo: "No teníamos modelo, no sabíamos como eran las abogadas mayores". Ahora las nuevas generaciones de letradas sí que tienen modelos, y muchos, en los que fijarse. "Aquí tenéis un ejemplo. Nadie es perfecto", cerró su discurso entre sonrisas, antes de agradecer a su marido, Miguel Gómez, secretario del Concello de Pazos de Borbén, que haya sido su "soporte" durante todo este tiempo.

José Iglesias, que también sigue ejerciendo, agradeció que la distinción le haya dado la oportunidad de echar "la vista atrás". A la época en la que los tribunales estaban en Príncipe. "Había pocos juzgados y la más alta tecnología eran la Olivetti, el papel cebolla y el papel carbón", dijo. "Buceaban" en los tomos de Aranzadi. Hoy, 40 años después, los juzgados "ocupan dos edificios" en la calle Lalín. Y hay "ordenadores, bases de datos, Lexnet...", relató. Pero lanzó un mensaje. "La esencia de la abogacía no está en los medios materiales", advirtió, sino, entre otras cuestiones, en el "amor al derecho". En su intervención tuvo palabras de recuerdo para letrados que, cuando él empezó en la abogacía, fueron sus "maestros" y "amigos". Juan Manuel Maceira, Juan Griñó, Arturo Estévez, Antonio Pérez... "Hoy ya no están entre nosotros", afirmó con emoción, recordando las "virtudes" que caracterizaron a todos ellos.