Henrique Galvao, un militar portugués, planeó la 'Operación Dulcinea', junto a 28 hombres, varios de ellos gallegos. Su plan era secuestrar un gran barco y eligió el Santa María, un buque de pasajeros de 20.996 toneladas de registro bruto que había costado 16 millones de dólares y que podía transportar casi 1.200 pasajeros. Su objetivo era provocar la salida del Salazar del Gobierno de Portugal. Para ello, abordó el barco en Venezuela y desencadenó su acción en el Caribe.
La revuelta se inició con disparos que provocaron la muerte de un miembro de la tripulación y un herido. Fue de noche. Se iniciaba una aventura que duró más de un mes y en el que participaron barcos y aviones de Estados Unidos, Portugal, Holanda, Francia y Brasil. Lo localizaron tras variar su rumbo, lo perdieron y lo volvieron a encontrar. Lo forzaron a desplazarse hasta Recife (Brasil).
El pasaje estaba compuesto por 586 personas, aunque ninguna fuente puede precisar el número exacto. Algunos dicen que había muchos polizones. De todos esos viajeros, 153 eran españoles y muchos gallegos, sobre todo de la comarca viguesa. Se trataba de emigrantes que regresaban de su tierra.
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Pero también había vigueses entre la tripulación, según los registros oficiales. Julio Mera, enfermero; Ramón Alonso, cocinero; Claudio González, ayudante de cocina; Jovito Diéguez y José Ferreira. Trabajadores naturales de Caldas de Reis, Santiago, Cangas y Moaña formaban parte también de la tripulación.
El Santa María mantuvo un rumbo errático. Esto se debió a que los secuestradores no tenían conocimientos de navegación y fueron engañados de forma reiterada por la tripulación con datos falsos. Así hasta que les dio alcance una fragata norteamericana. Fue en ese momento cuando se inició una negociación, ya que los secuestradores afirmaban que tenían 300 kilos de explosivos en el buque.
Mientras todo esto pasaba, Manuel Rego, una enfermera de Ourense que trabajaba en el buque, envió una comunicación a Joaquín Loredo, que representaba a la naviera en Vigo, para decir que todos los gallegos estaban bien. El Santa María hacía escala en la ciudad de manera habitual en los últimos años debido al notable flujo de emigrantes hacia América.
El secuestro del Santa María tuvo una amplia repercusión mediática. El acto de piratería mantuvo en vilo a varios países durante muchos días. Hasta que el buque llegó a Recife. Allí, después de intensas negociaciones, los pasajeros fueron liberados. Henrique Galvao y sus hombres solicitaron asilo político en Brasil. Les fue concedido.
Durante el secuestro tuvo un especial protagonismo Luis Noya Rodríguez, que había sido teniente de alcalde de A Guarda. Con una cámara de ocho milímetros logró filmar el interior del buque mientras duró su travesía. El documento posee un gran valor.
Terminaba la primera parte de la aventura. El Santa María sufrió daños y era imposible su navegación. Se decidió que los pasajeros se trasladarán al Vera Cruz, un barco similar. Partió de Brasil, se detuvo en las Azores; en Tenerife, donde dejó a 70 pasajeros; Lisboa, donde fue recibido con grandes honores; y terminó en Vigo. En la Estación Marítima dejó a los 153 españoles, muchos de ellos gallegos, pero también de otros lugares como Asturias, Santander o el País Vasco.
Los gallegos sintieron un alivio especial al estar en tierra. Más de 5.000 personas se juntaron en el muelle vigués. Hubo muchas lágrimas y también numerosa presencia de las autoridades.
El Santa María regresó a Vigo varios días después. El capitán dejó que los periodistas pudieran subir a bordo de la embarcación. En el interior se podían comprobar los destrozos que sufría y que todavía no habían sido reparados. Pocos meses después reanudó su actividad normal con una nueva tripulación. Dejó de prestar servicio en 1973 y fue desguazado.
