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Defensores de la fraternidad

El paradigma de integración vigués

El colegio Ramón y Cajal, con la mitad de alumnos extranjeros, se postula como ejemplo de convivencia frente al clima de inestabilidad social ante la inmigración

Un grupo de alumnos frente al mapamundi que preside la entrada del centro Picacho. // M. G. Brea

Los cambios demográficos y sociales han dado paso a países más complejos, multiculturales, que plantean un reto al sistema político, social y de educación. Mientras Europa debate cómo afrontar la crisis de inmigrantes y los problemas de integración que conducen a algunos individuos al crimen, los ejemplos de convivencia se erigen en ciudades estadísticamente receptoras de foráneos como Vigo. Uno de estos bastiones de concordia se encuentra en el barrio del Bérbés, en un ámbito tan sensible como la educación: el colegio Ramón y Cajal Picacho desafía el clima de tensión entre diferentes comunidades: un 50% de sus alumnos son extranjeros.

A las nueve de la mañana un centenar de niños corren con sus mochilas hacia el colegio. En la entrada les reciben los profesores con una amplia sonrisa. "Eso abre todas las puertas", dice Mada Miguens, directora del centro. Frente a ella un mapa del mundo anticipa lo que alberga este edificio. "No está ahí por casualidad", dice señalándolo. "Tenemos representación de todos los continentes, excepto Oceanía", apunta. Aquí se reúnen más de 20 nacionalidades: indonesa, argentina, italiana, rumana, senegalesa, ghanes o francesa. El porcentaje de alumnos extranjeros es tan alto que evita los temidos guetos.

Los 100 alumnos del centro asisten a clase en un ambiente multicultural que para la directora presenta numerosas ventajas: "Los niños son más empáticos y tolerantes, no hay adjetivos discriminatorios en ellos. No se extrañan nunca al ver una madre con velo o con un traje africano". La jefa de estudios Chus Mariño explica que además los menores se vuelven "más resolutivos, con más recursos para desenvolverse en su día a día" ya que españoles y foráneos se enfrentan a situaciones únicas en estos contextos. "Tienen que aprender a comunicarse con compañeros que no saben español, se relacionan más con niños de diferentes edades...", señala Mariño. El informe PISA de 2014 -el examen realizado por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos para comprobar el nivel educativo en el mundo- constató este hecho. Los jóvenes inmigrantes en España sacaron mayor puntuación que los españoles en la resolución de problemas cotidianos.

Un contacto tan intenso entre culturas supone un desarrollo de las capacidades prácticas y también idiomáticas. "Al estar con niños de tantos idiomas no sienten que, por ejemplo, el inglés es una cosa rara y lo hablan con naturalidad".

Pero en el camino también hay escollos. El reto principal al que se enfrentan los menores para su correcto desarrollo académico es el idioma. Muchos niños llegan a primaria sin hablar español. Para ayudarles, reciben clases de refuerzo en el propio centro. "Aprenden rapidísimo", asegura Mariño.

Los diferentes niveles educativos también plantea un problema para el profesorado ya que los sistemas actuales de enseñanza están ideados para un alumnado más heterogéneo. "Aquí llegan alumnos todo el año, algunos solo para unos meses y otros se quedan más tiempo, pero su nivel es diferente", reconoce la directora. El método tradicional se queda anticuado para estos profesores, que ya han asumido las diferencias y las solventan gracias a su propia voluntad. En este colegio adaptan los materiales para facilitar la integración del menor. "Si tenemos que comprar un libro en rumano lo hacemos, siempre intentando que el niño no se sienta diferente", explica Miguens. Además, lamentan que la rigidez del sistema educativo para valorar las capacidades de los niños: "Si un niño no ha estado escolarizado en su país y le toca entrar en sexto y no sabe leer ni escribir, y acaba el curso leyendo eso es un éxito. No podemos utilizar la misma vara de medir para todos", reclama la directora.

La entrada y salida de alumnos de diferente preparación recaba muchas críticas hacia colegios como este. Las profesoras reconocen que la idea generalizada entre los padres es que los niños no aprenden, que se retrasan en su aprendizaje. A estos reproches contestan que "todos los niños evolucionan de diferente manera, sean de aquí o de fuera". "Hemos tenido alumnos brillantes, tanto españoles como extranjeros, no medimos por un número, sino por la capacidad" afirma Miguens. Un ejemplo es Valentina. Va a cuarto de primaria y está tan encantada con su escuela como su madre, Patricia Anchoverri. Valentina "va perfectamente en sus estudios", según informa su madre. Anchoverri asegura que "en el cole hay niños de diferentes niveles pero todos evolucionan bien, a su ritmo, gracias al esfuerzo de todo el personal del colegio". Esta madre resalta que "el cariño que los profesores muestran por los niños se les contagia y ellos hacen lo mismo con sus compañeros".

La idiosincrasia de este colegio está íntimamente relacionada con el barrio. El centro de la ciudad es el punto que más población absorbe y hasta aquí llegan muchos de los 14.500 extranjeros censados en la ciudad. A pesar de que durante un par de años muchos inmigrantes volvieron a sus países, los datos del colegio en cuanto a número de foráneos se ha mantenido estable. El equipo directivo centra muchas de sus actividades en el conocimiento del barrio. El resultado se muestra en Sara, una niña rubia angelical a la que la directora señala como rumana:

-No soy rumana, soy de Vigo; corrige ella.

Dibujar la fachada del MARCO, recorrer las calles en busca de monumentos o hacer pan en un horno cercano crea en los más pequeños un sentimiento de pertenencia al entorno.

Protocolo de bienvenida

"Lo estuvimos hablando hace poco y estamos preparados para recibirlos", asegura Miguens refiriéndose a la posibilidad de que comiencen a llegar niños sirios a sus aulas. "Nos parece más que factible que vengan aquí y nuestro protocolo de bienvenida ya está preparado". La movilidad en este centro es muy alta, tanto por los estudiantes que llegan como por aquellos que se van, así que con cada alumno siguen unas pautas de aclimatación.

Mariño explica que cuando una familia llega se escogen "un mediador", un padre, madre o alumno de la escuela que hable el mismo idioma que la familia. "Con su ayuda le explicamos qué tramites administrativos tienen que hacer, las becas que hay, los libros que van a necesitar... Es más difícil integrar a las familias que a los niños", confiesa.

Una vez realizado este trámite, se analiza el nivel académico del menor a través de un examen. Con los resultados sobre la mesa, el equipo directivo se reúne para trazar un plan académico personalizado, pero, a la vez, integrado en el conjunto de la clase.

La escuela cuenta con clases de refuerzo y un gabinete de orientación psicológica. "No solo para los extranjeros", aclara la directora, "también para los españoles".

Las profesoras destacan el "orgullo" de trabajar en un colegio "internacional", donde la educación es una herramienta contra las sociedades racistas y defienden la necesidad de convivir en un mundo más "rico" y "plural". Mariño pone a su clase de ejemplo: cuando abre la puerta de su aula una docena de caras sonrientes se abalanzan sobre ella. Mariño lo define como "el cole de los niños felices".

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