Faro de Vigo

Faro de Vigo

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Fue noticia en 1956

La gran Aduana de Vigo

Fueron necesarios seis años de obras para construir un emblemático edificio que posee 2.720 metros cuadrados útiles y una fachada de 136 metros de ancho

Imagen del puerto vigués tomada en mayo de 1980, con el edificio de la Aduana en primer término a la izquierda. // Magar

El Puerto de Vigo, uno de los centros económicos de la ciudad. Así constaba en las estadísticas que reflejaban el considerable aumento de pasajeros y mercancías todos los años. Muchas miradas se centraban en un recinto que pasó por diferentes etapas, algunas de ellas cargadas de dificultades. La construcción de una Aduana fue algo que puede considerarse épico. Hasta 1956 no se inauguraron las actuales instalaciones. La nueva sede comenzó a funcionar de forma provisional. Hoy en día es uno de los edificios emblemáticos de la ciudad.

Hubo un intento para construir una Aduana en 1883. La diseñó Domingo Sesmero, que llegó a ser ministro de Hacienda. El proyecto fracasó. En 1888 lo intentó Manuel Felipe Quintana, pero también se quedó en un intento. La Aduana tuvo sus sedes en las calles Montero Ríos y Victoria. Su ubicó en locales pequeños que no cumplían con los mínimos requisitos.

El crecimiento de la actividad del puerto vigués llevó a las autoridades a plantearse la construcción de un edificio más en serio. Contaron con la colaboración de la Junta del Puerto de Vigo, que cedió el solar donde hoy en día se ubica la Aduana. Fue el primer paso. Curiosamente, el presidente de la Zona Franca era Rafael J. Portanet, que años más tarde se convirtió en uno de los alcaldes más carismáticos de la ciudad.

El diseño de la Aduana lo realizaron los arquitectos sevillanos Rodrigo Mérida Benjumea, Felipe Medina Benjumea, Alfonso Toro y Luis Gómez Stern. Distribuyeron el espacio en despachos, almacenes, archivos y otras dependencias hasta completar los 2.720 metros cuadrados en total. También destacaban los 136 metros de ancho de la fachada que tiene en frente los jardines Eijo Garay.

El presupuesto, según las autoridades, fue de 16 millones de pesetas. Se tardaron seis años en hacer el edificio, que pasó por varias fases. Según las crónicas de la época, la falta de materiales fue uno de los más graves problemas que se debió superar. Fernando Molins, un arquitecto vigués, fue el primero que se hizo cargo de las obras en el apartado técnico. Después lo hizo Manuel Róvenas, el encargado de terminarlas. Era arquitecto y también funcionario del estado. Todo el proceso de construcción fue ejecutado por la empresa viguesa Pérez Conde. Varios comercios de la ciudad aportaron el mobiliario y también piezas para la decoración en el interior.

La Aduana se inauguró sin que todos sus servicios estuvieran operativos. Pero el acto sirvió para mostrar el enorme potencial del puerto vigués. Era la segunda Aduana más importante de España en cuanto a tamaño, solo superada por la de Barcelona. En el acto estuvo presente Francisco Pérez Crespo, alcalde de Vigo, y Ramón de Orbe, Director General de Aduanas en aquella época. Se descubrió una placa de bronce como recuerdo.

Hubo muchos discursos. Y en todos ellos se destacó la importancia que tenían las infraestructuras portuarias para la ciudad. Ya se había construido la Comandancia de Marina y también el edificio de Sanidad Exterior. Quedaban por completar la Estación Marítima y también la Casa del Emigrante. Todas estas mejoras se produjeron durante una década.

En la nueva Aduana también se reservó un espacio para una imagen de Nuestra Señora María Auxiliadora, patrona de la institución. Después de la inauguración, los responsables de las adunas, las autoridades y también los agentes, se reunieron en una gran cena en el Real Club Náutico de Vigo. Fue un acto entrañable que marcó el inicio de una nueva etapa para un edificio que hoy en día también es simbólico.

Compartir el artículo

stats