"Desde que me arrebataron a mi marido ya no existía la felicidad, ni la alegría ni las fiestas. Lo disimulas, intentas ocultarlo pero es un dolor que no llegas a superar nunca". Olvido del Valle, al igual que María Luisa Mosquera y María del Prado Encinas perdieron a un ser querido en sendos atentados de bandas terroristas mientras ejercían sus funciones como agentes de la ley.

Los tres eran Guardia Civiles, pero ante todo, personas. Antonio Pastor Martínez, Jose Ángel Encinas y Antonio Pérez sufrieron en primera plana la brutalidad de ETA y del E.G.Ceibe. Un disparo, una explosión y todo terminó para dos de ellos, sin embargo sus familias, mujeres e hijos son las que acarrean las consecuencias de por vida.

Señaladas, dolidas, sin respuestas y sin consuelo. "Todos los días te acuerdas de eso, aunque no quieras. Tiras adelante por tu familia, por tu hija, pero sigues necesitando algo, una respuesta, ¿por qué nosotros?, ¿qué daño hizo mi marido?. Tenía 24 años y llevaba solo dos días destinado en el cuartel de Guipúzcoa. Todavía recuerdo cuando todo pasó. Él entro a las 22.00 horas y a las 22.20 el cuartel ya estaba acorralado. Se me cayó el mundo encima, pensé que no podía haber nada peor que eso, pero el día a día después de aquello era insoportable", recuerda entre lágrimas Olvido del Valle.

Sin duda, la situación se ponía muy cuesta arriba para ella. Viuda y con una niña de 2 años. "La que se llevó la peor parte de mi sufrimiento fue mi hija. Yo no le quería decir nada, no le quería decir que a su padre lo habían matado una organización criminal, intenté disimularlo como podía. Todos los días íbamos al cementerio a rezar, pero eso no era vida para una cría, así que años más tarde decidí cambiar de vida. Cogí a mi niña y nos fuimos de ciudad, cambiamos de colegio y empezamos una nueva vida, a pesar de que yo seguía con la mente en la anterior . A día de hoy, mis hijos y mis nietos son los que me ayudan a seguir fuerte, y muchas veces mis nietos preguntan, ¿dónde está el abuelo Antonio?. Siempre le decimos que tuvo que irse al cielo antes de lo previsto. Para ellos es un héroe", rememoraba la viuda de Antonio Pastor.

La historia de María del Prado no dista mucho de la de su compañera. En vez de perder a su marido, la noche del 20 de agosto del 2.000 le asesinaron a su hijo José Ángel Encinas.

"Ese día pasó lo peor que le puede ocurrir a una madre. En estos quince años no he podido superarlo ni tampoco comprenderlo. He intentado aprender a vivir con este dolor pero me he dado cuenta que es imposible. Él tenía muchísimos planes, muchas cosas por hacer y se le privó de todo ello. La comisaría en la que trabajaba nunca quiso alquilar una plaza de garaje para para guardar uno de los coches patrulla con los que contaban, así que lo aparcaban siempre en la plaza. Cuando mi hijo y su compañera recibieron una llamada de auxilio, que a día de hoy seguimos sin saber quién fue, se montaron en el coche y éste explotó. Irene, la que conducía, murió en el acto y mi hijo fue medio desangrado al hospital. Nunca he perdonado ni perdonaré a esos salvajes asesinos", relataba María del Prado.

El caso de María Luisa Mosquera sí es diferente al resto ya que su marido, Antonio Pérez no falleció en el ataque terrorista.

"Recibió siete balazos del Exército Guerrilleiro do Pobo Galego Ceibe y, después de 22 días ingresado y diversas operaciones, pudimos llevárnoslo a casa y se recuperó bastante bien, a pesar de que ya no se encuentre entre nosotros", concluye la viuda de Antonio Pérez, superviviente de la banda terrorista..