Empezará en unos días el último curso de Derecho en la Universidad de Santiago, en cuyo club de debate avanzó en su periplo de orador hasta ser capaz de competir en certámenes al otro lado del Atlántico y alzarse con el título de subcampeón de oratoria en español tras enfrentarse en Bogotá a estudiantes de medio centenar de instituciones.
Este vigués nacido en 1994, aunque siempre ha vivido en Pontevedra, reconoce que los discursos y los debates le han ayudado a superar la tartamudez de su infancia. Se inició en las lides de la retórica en un instituto de Pittsburgh (EE UU), donde cursó 1º de Bachillerato con una beca de la Barrié y la Fundación Amancio Ortega. Y después entró a formar parte del Club de Debate Compostela.
Aprender a debatir solo trae ventajas: superar la timidez, hacer amigos de otras carreras y países, trabajar en equipo -"Dos cabezas piensan más que una", recuerda- e incluso mejorar el rendimiento académico.
En su opinión, expresarse bien es fundamental. "Hoy en día en la universidad y el mundo profesional no cuenta tanto lo que sabes como comunicar tus conocimientos", destaca. "Una eminencia en un campo que después no es capaz de dar una clase magistral es como si no supiese nada", alega.
Y esta afirmación se extiende a cualquier disciplina y al mundo laboral. "Hay que saber explicar a profanos en un tema cuestiones complejas de forma sencilla y saber exponer las ideas propias, saber convencer, saber argumentar tu postura, para que tu voz se escuche de forma más clara", recalca.
Respecto a las claves para lograrlo, Alberto está convencido de que "todo es práctica, práctica, práctica". "Creemos que para convencer lo mejor es recurrir a la demagogia y el sentimentalismo, pero la lógica y la evidencia tienen también un papel fundamental en la retórica. Es más efectivo un discurso que se apoya en datos, estadísticas y hechos científicos que otro puramente retórico", destaca.
