La pardela es una especie de reciente aparición en el parque Islas Atlánticas, donde apenas 4 parejas intentan sacar adelante a su único pollo este año. A igual que todas las aves marinas de hábitos pelágicos -aquellas que desarrollan gran parte de su ciclo vital en alta mar- es una de las que sufre un mayor declive a escala global.

Sus estrictos hábitos marinos y la necesidad de acudir a tierra para reproducirse le generan múltiples problemas de conservación. Incluso en espacios protegidos como Islas Atlánticas, animales introducidos como los gatos domésticos, los visones americanos o las ratas depredan pollos, adultos y huevos. Un solo felino es capaz de acabar con una pequeña colonia como la de Cíes en pocos días.

Y en alta mar, dada la amplitud de sus desplazamientos, están a merced de morir atrapadas en artes de pesca como palangres y trasmallos o envenenadas por plásticos y contaminantes. También pueden padecer falta de alimento por la sobreexplotación pesquera y el calentamiento de los océanos

A través del estudio de la dinámica poblacional, sus movimientos en el mar, los niveles de contaminación en sangre o las presas de las que se alimentan, los científicos son capaces de evaluar el estado de los ecosistemas que habitan, utilizando a estas aves como bioindicadoras de la salud de nuestros mares. "Contar con su presencia en nuestras aguas es un privilegio para la biodiversidad gallega, no sólo por el valor que supone la colonia de Cíes, sino también por contar con unos excelentes centinelas del mar, aliados para conocer el estado de salud de nuestros mares", destacan los investigadores del proyecto.